Caminar es vivir

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Aceras en Casco Viejo

Soy caminadora. No es solo por gusto, también por necesidad. Caminar me limpia el cerebro, hace circular la sangre, elimina toxinas, multiplica anticuerpos, disuelve las frustraciones y da energía.

La desgracia más grande es vivir en un lugar donde tienes que pensarlo dos veces para salir a caminar un rato.

En Panamá, parece, se ha perdido la costumbre de caminar. ¿Desde cuándo? No lo sé. El clima, dicen. Parece que es nuevo.

Recuerdo a mi abuela caminando por la playa desde Kobee donde trabajaba para familias gringas hasta su casa en Veracruz. No hace tanto, mi madre que ya va rondando los 90 hacía su circuito de las Iglesias del Casco Viejo y las chiquillas de 20 años menos

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Santa Ana y sus árboles hermosos de siempre.

que ella no le seguían el paso. ¡Esa señora sí que camina! – se quejaban -.

Ahora ya, de tanta insistencia de quienes queremos cuidarla, se siente menos segura y procura salir en compañía cuando sale a pie desde su casa en Veracruz. Sí. Tenemos la mala suerte de vivir en Veracruz en la casa que fue de mi abuela. En esa calle Central que es como si fuera la Vía España pero sin aceras. Aquí pasan los buses piratas o no. Grandes y chicos a velocidades impresionantes rozando al peatón que tiene que arriesgarse por la calzada. Es una calle recta, no hay obstáculo a las velocidades de los autos.

¿Aceras? ¿Veredas? Hace tiempo que desaparecieron. El MOP a través de los años cada vez que ha reasfaltado la calzada para que los automovilistas tengan su «confort» sin huecos, le ha ido subiendo el nivel. Lo que antaño fue una vereda, acera peatonal,

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Veracruz. Hermosa calzada central para los carros. Nada para los peatones.

relativamente cómoda, es un foso irregular que se encharca con las lluvias. Lugar de estacionamiento de autos más que protección para el peatón. Allí donde se tiran desperdicios que quedan sin recoger.  Algunos vecinos han hecho caminitos o entradas a sus casas, limpian un poco, muchos no.

Entonces, salir a caminar para relajarse cuesta.
Cuando éramos niños, salíamos a caminar bien bañaditos después de cena, cuando ya iba anocheciendo, con la fresca. En tiempos sin alumbrado eléctrico, cenábamos temprano y la abuela llevaba siempre una linterna. Recuerdo también una lámpara de marino que no se apagaba con la brisa.
Hoy, tenemos buen alumbrado eléctrico, sin embargo, salir a caminar es toda una aventura. No solo por la «inseguridad» porque hay que competir, disputar espacio a busitos, busotes, taxis y carros particulares que en la calle Central circulan sin parar hasta la medianoche, sino tambien porque estamos, parece, en «área roja». Ya la gente no sale por el puro gusto de salir a echar un paseo. Mejor  encerrarse en su casa. No arriesgarse afuera. Hay mucho maleante, el otro día le robaron a Fulanita que iba para su trabajo y a Mengano se le metieron en su casa y se llevaron… etc., y la policía no hace nada… Entonces, mejor no arriesgarse. Quedarse encerrada mirando series gringas o cualquier «Esto es guerra» o por el estilo.
– ¿Cómo? (exclamación de susto) ¿¡Le diste la vuelta al pueblo?!! ¿¡De noche?!
– Bueno, la vuelta completa no. Fui hasta la Iglesia, luego hasta la escuela ahí la calle que va hacia calle cuarta y tercera… llena de huecos pero tranquilísima, sin tráfico, con una brisa que no detienen ni muros ni casas apiñadas… una delicia. La brisa de Cabra, la que siempre nos refrescaba por la noche pero que ahora con las construcciones y las murallas para protegerse de intrusos ya no nos llega… o muy poca.
En una esquina de calle cuarta vi un local de capacitación técnica «cristiana». Desde luego, con el nombre de nuestro Honorable Representante en la fachada.
Fui hasta la entrada del pueblo – entrada antigua, pues ahora el pueblo empieza en las áreas revertidas –  pasando por el cuartel de la policía que sigue siendo el de siempre, no me da la impresión que haya cambiado desde los años 50. Esa calle   ha sido históricamente ignorada por el MOP – no es la única, pero ésa, en pleno «centro», no debería. Es como si hubiera sufrido un bombardeo. Ahora tienen ahí un cierre para que no pasen carros. Supongo que es por «seguridad» del cuartel ya que el bloqueo se encuentra a ese nivel.  En la misma calle está la junta comunal de Veracruz sede de nuestro H.R. que acaba de «saltar». No entendí muy bien por qué ni para qué. Cosa extraña, «La flor de Veracruz», la cantina «histórica» del lugar estaba cerrada. ¿Mucha competencia en el pueblo? Noto un nuevo Restaurante abierto las 24 horas y otro bar pub con aires de modernidad en mi misma calle. La modernidad no los llevó a prever la isolación acústica para no molestar a los vecinos. Todo lo contrario. Estoy esperando con temor la celebración del día de las madres.
Una delicia de paseo. La gente es amable y saluda al cruzarse con uno. Como antes. Uno que otro en las esquinas, observan a esta mujer rara que va andando sola con paso rápido y no con la lentitud habitual. A las 9 de la noche, con el fresco de la brisa, se puede correr o hacer el deporte que uno quiera. La bicicleta no. La falta de hombros hacen el ejercicio realmente acrobático. Algunos chiquillos juegan con sus bicis en calle adyacentes llenas de huecos.
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Ahora, al caminar, no te encuentras con los «patacones» monstruosos que se acumulaban en  años pasados. Ya mi madre no vive – por ahora – con el afán del carro de la basura, que si viene, que si no viene, que normalmente habían dicho que venía hoy pero no vino y hay que volver a meter la basura porque si no, los perros rompen las bolsas y riegan todo. Ahora los carros – buenos carros, modernos – vienen todos los días y los desechos domésticos son recogidos regularmente. Al menos en nuestro sector. Uno de mis hermanos a veces le trae su basura a mamá pues a su sector sucede que no lleguen. Está también la casa abandonada, ahora en ruinas a una cuadra de aquí que al parecer se ha convertido en muladar y refugio de ratas y gente de malas costumbres. Parece que ahí no llega la sanidad.
Hoy está nublado y mamá quiso ir caminando hasta la casa de uno de mis hermanos en el área revertida. ¿Imprudencia? No. Reivindicación de un derecho: caminar mientras le sea posible. Y ella sabe que en eso, yo la apoyo.
El comportamiento de los automovilistas fue correcto en general a pesar de que les ocupábamos su espacio: la calzada para los carros…

Las brujas rústicas

El problema de algunas brujas es que son tan rústicas que ni siquiera son capaces de darse cuenta de lo brujas que son. No voy a decir que no haya brujas hermosas como las imaginara el gran poeta José Agustín Goytisolo. También hay brujas inteligentes, astutas. Esas que te embrujan con su poder de seducción tanto por su belleza interior como exterior.

Pero también hay brujas rústicas – que a veces son hermosas – de esas que hacen daño y que disfrutan haciendo daño a otro con tal de sacar ellas un pinche beneficio. Así es la bruja de mi cuento. Un cuento que no es un cuento porque hubo que librar batalla para sacar a una criaturita inocente de sus garras.

Esta bruja rústica salió un día de allá ‘onde uno a buscar fortuna por el mundo, según cuentan los viejos que la conocían, era una chiquilla muy adelantadita en cosas de la carne. No sabemos cómo fue ni qué pasó pero en pocos años tuvo tres hijos con un muchacho que se dejó embrujar. Cosas que pasan. Nada grave. Hasta parecía muy positivo pues parecía estabilizarse en una relación. Pero era una bruja rústica. Era una bruja inestable. ¡Tres muchachos varones, eso es mucho! ¡Hay que cambiar de vida! Vio en la tele que por las Europas se vivía mejor. Algunas amigas o conocidas se habían ido de empleadas domésticas o en otras actividades «lucrativas» que les permitía enviar dineros – o no – a la familia quedada por allá por el pueblo. Bueno, es que también era muy adicta al Facebook y vio que allende era mejor. Al menos eso creyó.

— ¡Aquí no hay nada! – dijo la bruja rústica. Tengo que salir de este hueco a ganar dineros por el mundo.

Para las brujas rústicas el dinero es más importante que todo. Con eso se logra todo. Se compra todo.

img_1829.jpgAsí, un día, la bruja rústica, ya un poco ajadita por sus tres partos pero aún de buen ver – es que no era fea y aún le queda algo de esa hermosura – hizo sus maletas y se largó para España.

¿Con qué plata y qué dinero? Con cascarita de huevo.

Las brujas rústicas siempre encuentran pretextos para todo. Siempre tienen buenas razones y su generosidad es inmensa. ¿Emigrar de Panamá hacia Europa? – ¡Eso está lejos! – dijeron algunos, sin comprender. La Bruja rústica contestó que debía ganar dinero para ofrecer un mejor futuro a sus hijos. Y empleada doméstica en Europa tiene más caché que empleada doméstica en Panamá. Desde cierto punto de vista  no le faltaba razón.

– ¿Y tus hijos? – le dijo otro. – ¿Cómo puedes abandonarlos? El más chiquito tiene solo cinco años y el mayor está adolescente. Ellos te necesitan.

-Ahí está el papá. ¡Que él se encargue! – decretó la bruja y se montó en su avión porque era una bruja moderna sin escoba.

Pasaron los años, los chicos fueron creciendo como podían porque así es la naturaleza. Árboles sin la hortelana que les pusiera la estaca y los podara de vez en cuando. Un papá jardinero de niños que hacía lo que podía en cuanto a educación.

La bruja por las Europas se había casado y descasado dos o tres veces. No se sabe muy bien. Ahora estaba en Francia con su último casamiento. Un español embrujado que de vez en cuando se emputaba cuando las brujerías lo sacaban de quicio. A la bruja se le metió en la cabeza que Francia era la gran oportunidad para sus hijos. Y qué lindo sería que el segundo, aquél que había dejado de doce años y que prontito había abandonado la escuela, se viniera con su pareja – que estaba embarazada – a dar a luz a Francia. ¡Así la nieta sería francesa y eso les facilitaría la instalación en el país!  Llegar a ser ciudadano europeo, como ella, ahora. ¡Lo máximo! El chico era un Nini. Para él allá o acá daba igual. Pero esa nuera putativa tan malagradecida se negó. Su niña nacería en Panamá. Para ser más precisos, en aquella República de Chiriquí, orgullosa y altiva. ¿Esa muchacha que se creía? ¿Que la bruja iba a desistir en su proyecto de que sus hijos y su nieta fueran «europeos»?

– ¡Vas a ver lo que es bueno! – se dijo la bruja para sus adentros. – ¡Esa chiquilla no sabe quién soy yo!

Nació Elise, una niña hermosa y alegre como los panameños saben hacer. Pasaron los meses. Tres años pasaron y la pareja naufragaba. El padre de 22 años, aún en su adolescencia mental era el «NiNi» clásico que conocemos en Panamá y que en otros lados llaman de otra manera. El chico ni estudiaba, ni trabajaba. Vivía de sus «rentas». Lo que le enviara mamá europea y lo que le diera papá con quien vivía. La pareja se iba al traste. Malo para los proyectos de la Bruja de buenas intenciones. Elise ya tenía más de dos años y aún no la había visto más que en fotos.

Usó de todas sus artes de persuación – de manipulación. Las brujas saben ser suaves y persuasivas cuando quieren sobre todo con jóvenes sin experiencia de la vida. La mamá de Elise aún no había cumplido los 22 años – y logró convercerlos de que vinieran a visitarla a Francia, para conocer, visitar, que aprendieran francés que eso puede servir y si les gustaba, entonces hacer lo necesario para instalarse acá y tener la residencia y hasta la nacionalidad. Y que además, a lo mejor, las cosas se arreglaban con este viaje para la parejita que estaba a punto de colapsar. Aceptaron la oferta. La Bruja corría con todos los gastos. También el padre del NiNi participó, deseoso que estaba de mandarlo lejos.

Así llegó la parejita a Europa. La bruja había afilado sus garras.

-¡Esa linda nieta es para mí! Mi sueño… ¡Una niña mujer! Linda, sonriente…

Elise

Je ne comprends pas ce qui se passe. Où elle est maman ? Elle n’est plus là. La dernière fois, c’est mon oncle qui m’a attrapé et cette grand-mère que je ne connaissais pas avant qui m’ont mis dans la voiture. Elle a crié. Elle pleurait. Je ne elise2016-11-10-photo-00000032pouvais pas la consoler. Après, c’était terrible ! Je ne voulais pas entendre. Et maintenant, maman n’est plus là.  Où qu’elle est maman ? Elle est peut-être perdue ? Est-ce qu’elle est partie sans moi chez-nous, là bas, dans la belle maison de mamie Margarita ?

Je voudrais vraiment voir ma maman !  Comment va-t-elle faire pour nous retrouver ? Papa lui a peut-être dit que nous allions déménager ? Ça fait longtemps maintenant ! Elle m’a peut-être oubliée… Je veux maman mais je suis trop petite pour aller la chercher.

Pourtant, tout avait bien commencé. Nous allons faire un beau voyage, a dit maman. Nous allons rendre visite à la grand-mère Elisabeth en France. C’est loin mais c’est beau la France ! Papa était tout content. Tu penses ! Ça faisait très longtemps que sa maman a lui était partie loin, très loin et maintenant, elle nous invitait tous les trois à venir la rejoindre pour quelque temps. Peut-être que ce voyage ferait du bien à papa et maman qui se disputaient tout le temps. Peut-être qu’on pourrait tous toujours rester ensemble. J’étais quand même triste de quitter mamie Margarita. Mais on allait se promener. On allait prendre la voiture et après un avion. Il était grand, cet avion ! Et ça a duré longtemps sans pouvoir sortir. J’aime me promener en voiture et l’avion c’est bien aussi.

Et puis, j’ai eu un peu mal aux oreilles et enfin maman a dit : «Ça y est, mon bébé, on va sortir». J’étais très fatiguée. Je voulais mon lit chez nous ou chez mamie Margarita, dans ma jolie chambre.

La dame qui nous attendait voulait m’embrasser. Je ne l’avais jamais vue. On m’a dit que c’était la abuela Elisabeth.  Nous sommes allés chez-elle.

Un jour, il y a eu beaucoup de bruit. Les adultes parlaient très fort. La grand-mère Elisabeth et papa avaient bu. Pas maman. Elle est partie dans la chambre avec moi. Depuis rien n’allait plus. Maman a dit qu’elle voulait rentrer chez-nous. Moi, je veux rester avec maman.

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2 septembre. Que vais-je faire ? Me voilà à la rue sans ma fille. Je me suis défendue comme j’ai pu, j’ai frappé, j’ai crié, j’ai griffé… mais ils étaient trois contre moi seule. Ils ont pris Elise et je n’ai rien pu faire. J’irai me plaindre à la police – ai-je réussi à crier quand ils s’éloignaient en voiture.

Ne pas parler la langue du pays, quel handicap ! Je suis allée à la police, ils sont arrivés aussi, je pense qu’ils ont eu peur. Les policiers n’ont rien voulu savoir. Des étrangers qui ne parlent pas la langue… et puis quoi encore ! Le Panama ? Pff ! Si maintenant il faut s’occuper de gens qui viennent de pays qu’on ne sait même pas qu’ils existent ! Allez ouste ! Bon, d’accord ! La petite veut aller avec sa maman, elle reste avec sa maman aujourd’hui et demain son père revient la garder. Un jour l’un et un jour l’autre. Et attention ! Celui qui ne respecte pas cette décision il aura affaire à nous !

Le lendemain, il est revenu reprendre «son tour» de garde avec Élise. J’y ai cru. J’ai quitté l’appartement et me suis réfugiée chez des amies rencontrés lors de promenades au parc. Je ne saurai jamais assez remercier ces femmes, rencontrées par hasard au parc avec Elise. Des mexicaines de Belfort, avec des enfants jeunes comme mon Élise.

Quand je suis revenue, il n’y avait plus personne. Le propriétaire m’a dit que le bail avait été résilié. Je sais où ils sont ! Chez-elle ! Chez Elisabeth, à Croix. C’est un village perdu à la frontière suisse, je ne sais pas comment y aller par moi-même. J’y suis déjà allée mais toujours en voiture et c’est toujours Elisabeth qui conduisait. Aucun point de repère sauf google map.

3 septembre. Septembre noir.

Je retourne au Commissariat.

Rien à faire ! Ce n’est pas leur problème, ils ne peuvent rien faire, voilà, voilà… Non, rien !

Je suis seule. Je n’ai pas de ressources. J’appelle maman. Je raconte. Elle est effondrée. Elle a tellement essayé de me dissuader de faire ce voyage ! Elle savait.

– Bon, ma fille, tu tiens bon, je t’envoie de l’argent pour survivre, mais tu retrouves ta fille !

Pauvre maman ! Elle a toujours tout fait pour moi, sa poupée, sa fille unique ! Et moi, je perds ma fille à Belfort ! Une petite ville à l’autre bout du monde !

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Si tu voyais maman comme elle est jolie mon école ! Elle est petite et il faut aller en voiture ou en car parce que ce n’est pas dans le même village de grand-mère Elisabeth. C’est dans un autre village. Tu sais maman, je t’explique : dans l’école du village d’Élisabeth l’école est trop petite, alors il n’y a que les grands de 10 et 12 ans, dans d’autres villages, je ne plus comment, il y a les 5 -6 ans, les 7 – 9 ans et ici, c’est nous, les petits de 3 et 4 ans avec la maîtresse qui est vraiment gentille. Il y a aussi une autre dame qui nous aide quand on doit aller faire pipi mais aussi pour dessiner. J’apprends à parler avec les autres. J’apprends de nouveaux mots. Je dessine, j’écris, je joue avec les copains et les copines. Je suis contente à l’école! J’oublie que tu n’es pas là. Tu viendras peut-être me chercher aujourd’hui? Mes mots pour toi, je vais les oublier ? Je ne sais plus. Il faut que tu reviennes vite, maman ! J’aime bien l’école, elle est claire et la maîtresse est vraiment gentille mais la maison de grand-mère est triste sans toi. Quand je reviens de l’école je pense que je vais te trouver mais tu n’es toujours pas là.

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Perdue. Je ne comprends rien. Je suis allée partout. On m’a dit d’aller à la Préfecture. Ils ont pris une mesure d’interdiction de sortie du territoire pour le père de mon enfant, mais ça n’est que temporaire. Et maintenant comment je fais pour retrouver mon Elise ? Quelqu’un m’a dit d’aller dans un bureau, il était question de droit, de conseil… Une dame très aimable m’a donné des documents et j’ai compris que je devais aller à la police avec ça. J’y suis allée, j’y ai donné mes papiers, mais il ne s’est rien passé. Ce n’était pas ça qu’il fallait faire. Perdue. Perdue et sans ma fille.

Novembre arrive et j’en suis au même point. Tante Ana m’appelle depuis le Panama, elle est avec une dame qui habite en France depuis longtemps. Je suis tellement affolée que j’arrive à peine à mettre en ordre mes idées pour expliquer ce qui m’arrive et raconter les démarches infructueuses faites jusque là. Ça paraît une histoire de fous. J’espère ne pas devenir folle, moi!

D’accord, a-t-elle dit, nous allons reprendre les choses dans l’ordre. La première chose à faire est de porter plainte pour enlèvement d’enfant… Ça marchera ou ça ne marchera pas, mais il faut faire quelque chose… Ce sera sûrement long mais ça suffit de se cogner contre les murs dans une chambre noire et sans issue.

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Ils sont bien surpris. Ils ont cru que j’allais me laisser abattre, renoncer à ma fille… Les voilà bien étonnés d’être convoqués pour audition à la gendarmerie. Ordre du Procureur. Ma plainte a été reçue et accueillie favorablement. J’ai été appelée à raconter les faits et nous venons d’apprendre que lui aussi, a été entendu par les gendarmes. Il a dû être bien surpris. Il ne s’attendait pas à me voir encore. Il a cru que je serais faible, que je n’aurais personne sur qui compter. Il s’est lourdement trompé. On verra ce qu’on verra. Je ne partirai pas d’ici sans ma fille… Il a des droits, d’accord, mais moi aussi.

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On s’est couchés tard. Je ne voulais pas dormir ! Je n’aime pas dormir quand maman n’est pas là. Je suis fatiguée. Papa et grand-mère ont dit qu’il fallait y aller. Elle m’a mis ma belle robe de princesse et les petites chaussures de princesse. Je ne veux pas marcher dans la rue. Il fait trop froid et j’ai mal aux pieds.

Nous arrivons dans un lieu que je ne connais pas. Qu’est-ce que je vois ? C’est maman ! Elle img_5527est là ! Je veux descendre. Papa me pose à terre. Je cours vers maman. Elle me serre dans ses bras, tout contre elle. J’entends à nouveau sa voix qui me dit qu’elle m’aime. Je suis contente. Maman est là ! On entre dans un bureau avec des dames. Papa a l’air triste mais je suis contente de voir ma maman. Après, il m’a fait un bisou, il a dit au revoir et il est parti. Au revoir papa ! Nous, on est restées encore avec les dames.

On sort. Tiens ! Bizarre ! on va dans une voiture qui n’est pas celle de grand-mère Elisabeth. C’est une dame que je ne connais pas qui conduit. Il y a un siège pour moi mais pas comme dans la voiture de grand-mère. Mais maman est avec moi ! On rigole toutes les deux sans s’arrêter et la voiture file sur l’autoroute. L’auto s’arrête enfin. C’est une nouvelle maison. Un grand monsieur attend devant la porte. C’est peut-être Papa Noël, je trouve qu’il lui ressemble. Oui, je crois que c’est lui. C’est papa Noël. Dans son atelier il a plein de joujous… Et la dame de la voiture c’est Mamie Noël. Et je suis avec maman… Mais… où est-ce qu’ils sont les enfants ? Comment ?! Ils sont pas là ? Il faut aller les chercher ! On va au parc ?

Novembre

Ce matin, j’ai entendu pour la première fois depuis longtemps, un vol de perroquets. En fait c’est des petites perruches vertes qui migrent je ne sais où pendant la bonne saison plus au nord ou plus au sud et reviennent lorsque la saison sèche approche. Elles savent que la saison des fruits va démarrer de plus belle.

Je viens en vacances au Panama depuis plusieurs années en cette saison et je ne les avais pas vus depuis si longtemps que je pensais qu’ils ne revenaient plus. Le changement climatique, la pollution, la destruction de l’habitat – les paresseux en savent quelque chose – me faisaient penser qu’ils ne revenaient plus. Mais c’est moi qui n’était pas là au bon moment. Le revoilà, ici, si près de la grande ville, ce vol de perroquets qui annonce – encore et toujours – la fin de la période scolaire et l’approche des grandes vacances pour tous les écoliers d’ici. Autrefois, du temps de ma vie au Panama, l’arrivée de ces oiseaux migrateurs, par milliers, me remplissait de joie.

La chaleur est intense et l’humidité accablante mais je commence à sentir cette brise qui vient du nord et qui semble essuyer l’atmosphère. J’ai entendu ce vol d’oiseaux qui me mettaient en joie lorsque j’étais enfant. Depuis ce matin je les entend discuter dans les arbres. Ils ont toujours quelque chose à se dire. Leur bavardage dit que l’humidité s’en ira petit à petit que l’air du Groënland descendra vers nous. Rêvons un peu.

Durant deux jours il n’a pas plu. Aujourd’hui, le temps est à l’orage. C’est normal, nous sommes à peine en novembre et la saison sèche ne doit commencer qu’en janvier. Fin décembre au plus tôt. Pas besoin qu’elle s’avance de trop ni qu’elle se prolonge au delà du raisonnable. Il fait chaud. Surtout dans la cuisine de ma mère malgré les ventilos. J’ai l’impression d’être dans un sauna. Une piscine ! Mon royaume pour une piscine ! Mais je n’ai pas de royaume, sauf dans ma tête. Il ne pleuvra pas. Le défilé du 10 novembre aura lieu sans encombre.

La plage n’est pas loin. C’est le Pacifique, au bord de la Baie de Panama. La maison familiale se trouve à 100 mètres du bord de mer mais la végétation, les constructions autour ne permettent pas de l’apercevoir comme autrefois. Les clôtures et les murs de séparation entre les parcelles se sont multipliés depuis que ce n’est plus un petit village mais une sorte de banlieue de la ville. Les constructions aussi car les enfants et même les petits enfants ont construit leur maison sur la parcelle que les aïeux ont obtenue il y a quelques décennies.

Défilé du 3 novembre - Veracruz

Défilé du 3 novembre – Veracruz

Novembre, «mes de la patria». Mois de la Patrie. Nous sommes l’un des plus petits pays de la région mais nous avons un mois de fête nationale. Les enfants ont du mal de suivre et bien des adultes aussi. Nous célébrons la fête nationale du 3 au 28 novembre avec quelques jours travaillés durant le mois

Dans l’ordre chronologique il faut commencer par la date d’aujourd’hui 10 novembre car c’est le jour du premier cri d’indépendance au Panama en 1821. Selon la légende, dans une province reculée, une dame, prénommée Rufina, aurait lancé le mouvement d’indépendance par cette première manifestation de désir d’émancipation de l’Espagne. Le mouvement aboutit à la déclaration d’indépendance le 28 novembre 1821. Sans guerre, sans violence, profitant de la faiblesse de l’autorité et des armées du royaume, trop occupées à guerroyer ailleurs que sur l’Isthme, zone toujours assez pacifique.

sam_0084C’était le point culminant d’une crise politique en Espagne, déclenchée par l’invasion française conduite par Napoléon 1er, entre 1808 et 1814. Cette crise morale, politique et militaire a des conséquences directes sur la mainmise que l’Espagne avait sur tout son Empire en Amérique et l’autorité royale s’affaiblit ce qui favorise le déclenchement des insurrections menées par les criollos, descendants d’espagnols en Amérique, propriétaires de la terre et du commerce. Dès 1808, les colonies de l’Empire commencent à exprimer leur désir d’autonomie par rapport au pouvoir royal espagnol. Les conflits armés insurrectionnels se développent tout au long du continent hispano-américain jusqu’à la décennie de 1820 où la plupart des pays prennent leur autonomie. Le pouvoir espagnol pouvait difficilement mener une guerre d’indépendance sur son propre territoire contre les armées napoléoniennes et, en même temps, conserver la mainmise sur les territoires d’outre-mer. Parmi les derniers à déclarer leur indépendance se trouvent les pays d’Amérique Centrale dont le Panama en 1821. Cuba et Puerto Rico resteront dans le sillage espagnol jusqu’à la fin du siècle.

sam_0086Les panaméens, qui n’avaient pas connu comme d’autres les guerres sur leur territoire et ne se sentaient pas assez forts ni armés pour se défendre contre un possible retour des troupes espagnoles et ont profité de l’union promue par le Libertador Simon Bolivar, militairement forte, pour s’allier volontairement à la Grande Colombie, conformée déjà par les territoires libérés dans le sud par Bolivar. Les mésententes politiques surgissent rapidement et peu à peu, les autres territoires, correspondant à ceux du Vénézuela et de l’Equateur actuels, se séparent. Le Panama, qui comptait sur la force militaire de sam_0088ses alliés du sud a compris que la force des armées colombiennes n’avait pas que des avantages. Il était, de fait, un département colombien, le Département de l’Isthme. Département avec lequel, la capitale, Bogota, avait, les plus grandes difficultés de communication si bien que le bonheur de développement qu’espéraient les panaméens se réduisait à un oubli permanent de la part du gouvernement central. La Colombie ne comptait pas, cependant, perdre ce territoire si facilement.

Après plusieurs péripéties, l’intérêt porté par de grandes puissances comme les Etats-Unis et la France, encourage les panaméens, aidés par les Etats-Unis à se séparer de la Colombie. C’était en 1903, le 3 novembre. Cette date est célébrée avec beaucoup de ferveur dans les moindres recoins de la République car elle marque le début d’une vie républicaine et indépendante. Cela, malgré la prise en main d’une partie du territoire par un état étranger… mais c’est encore une autre histoire.sam_0104

Dans la nuit du 3 au 4 novembre, les dames patriotes ont fini de coudre, à la hâte, le drapeau. Ainsi, le 4 novembre est le jour des symboles de la patrie : le drapeau, l’hymne, les armes. C’est aussi célébré avec des défilés et des fanfares. Le 5 c’est la province de Colon au Nord qui a vu le départ des troupes colombiennes avec soulagement… Trois jours de célébrations…

Ainsi, les amis, si vous venez nous rendre visite en novembre, ne vous étonnez pas. Comme, officiellement, nous n’avons pas d’armée, nous multiplions les défilés militaires-dansants durant ces fêtes de la Patrie qui se déroulent tout au long du mois de novembre. Les panaméens ne ratent pas l’occasion pour faire la fête avec les amis et la famille. Et si vous êtes du genre grincheux comme moi – est-ce l’âge? – ne venez pas en novembre. Si vous êtes curieux et désireux de dépaysement, de fête, de bruit, – beaucoup de bruit – de musiques diverses, n’hésitez pas à venir partager la ferveur et la joie de ces fêtes de novembre.

Mi Panamá

Este año, por primera vez en muchos años, he venido en otro plan. No de paseo y familia. No de turismo y fiesta. Vine a vivir la experiencia de tantos panameños que día a día  viven la necesidad de tener que llegar a la hora a cualquier sitio, al trabajo, a la escuela, a la universidad… Viviendo por unas semanas lo mal que lo pasan todo el año, cualquiera que sea su modo de transporte, cualquiera que sea su profesión o estatus social.

En mi última visita en octubre del año pasado, vine con la intención de no añadir un carro más al colapso de esta ciudad. Aguanté dos semanas antes de alquilar un auto que al menos me daba algo de autonomía y cierto nivel de tranquilidad porque sé que no soy mala conductora. El servicio de transporte – fatal, en todos los sentidos de la palabra – acabó con mis buenos propósitos. Este año, ya llevo tres semanas viviendo la vida de terror de tantos panameños.

Aceras de mi ciudad. Avenida Manuel Espinosa B.

Aceras de mi ciudad. Avenida Manuel Espinosa B.

Camino todo lo que puedo en la Ciudad de Panamá y, como todo el que trabaja, camino siempre por los mismos lugares, mismo trayecto: de la estación del Carmen, hasta el Campus Universitario, desde la terminal hasta el Domo. Una vez cogí el MetroBus desde la terminal de transportes para ir al domo. De terror. Montaña rusa a toda máquina.  Desde entonces, voy a pie. No es que sea el paseo más agradable de la bolita del mundo amén, con las aceras estrechas y bombardeadas, el tráfico insensato de un lado, el monte que no cortan del otro, el sol, la lluvia, más el cargamento que siempre llevo para mis estudiantes, pero lo prefiero al sufrimiento de esos conductores de autobuses que no respetan a sus pasajeros ni a nada. Esa inmensa rotonda que toman para llegar de la terminal al domo, dando vueltas como en un juego mecánico, es un contrasentido imbécil pero creo que les divierte convertir el trayecto en montaña rusa.

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Cables, cables, cables…

Aún no he tenido la suerte de ver las mejoras que el Alcalde Blandón nos tiene prometidas. Sé que es obra de Romanos pero tengo la impresión de que los estudiantes de la Universidad de Panamá serán los últimos en beneficiarse de una ciudad accesible a todos, una ciudad amigable, caminable. No se ha previsto que un muchacho con alguna dificultad a desplazarse que sea en silla de ruedas o con muletas, pueda ir a esa universidad. Pienso mucho en eso mientras camino. El hotel Crowne Plaza tiene un gran espacio para recibir a sus clientes, a los transeúntes nos queda apenas donde poner un pie delante del otro, sobre todo si hay que cruzarse con otro. Y todos los postes con los cables guindando que hasta yo que solo mido un metro cincuenta tengo que esquivarlos. Mucha gente joven transita por ahí y no hay espacio.

Bus en marcha con toda la tembladera.

Bus en marcha con toda la tembladera.

Para suerte mía, mamá vive en Veracruz. Allí tenemos muchos recuerdos de infancia. En Veracruz hoy quedan algo así como tres o cuatro buses de esos antiguos, tipo Diablo Rojo. Una maravilla histórica; cada vez que puedo me monto en uno de esos. Motor de otro tiempo. Lo peor que nos puede pasar es que se quede en el camino. En algunas subidas, a veces da la impresion de que tendremos que bajarnos y empujar. Alguno, muy coqueto y bien arregladito por dentro, otros tienen los asientos destruídos. En comparación con piratas y corsarios con patente, van como tortuga. Pero ¡qué feliz me siento! Es como volver a la adolescencia. Estos van lento porque van lento y no echan carrera con nadie. De noche, se quedan en la piquera. No hay esperanza de conseguirlos después de las 6 p.m. Aún no entiendo por qué. Pero pocas veces me tocan. Sólo los sábados, con algo de suerte, cuando me voy muy temprano antes de las 7 de la mañana. Son los únicos que tienen derecho a entrar a Howard alias Ciudad Pacífico. Transportan a muchos trabajadores para quienes es la única forma de llegar a sus centros de trabajo en el sector. Numerosos son los que se bajan a la salida de Howard y se van, no sé hacia donde, por la Panamericana.

Esos buses, que me cuesta llamar «Diablos Rojos», son la única forma de cruzar la nueva quintafullsizerender frontera. La cerca que los gringos no nos habían puesto en sus tiempos, está allí ahora. Corriendo desde Veracruz hasta Playa Bonita y más allá. Prohibido el paso. Por el lado de la playa otra cerca apareció. Humedales en peligro.

Hasta ahora, solo los buses viejos, Diablos Rojos y un par de conductores de Coaster pasan la prueba. Todos los demás me hacen pensar que nunca volveré a ver a mis nietos. Por la noche solo hay busitos que van y vienen a toda velocidad cometiendo imprudencias para volver pronto y llenarse de pasajeros que no tienen otra alternativa… y volver a dispararse por esas carreteras.  Soy valiente pero no temeraria.

Jamás he visto un agente que los pare por exceso de velocidad. Tienen la suspensión hecha leña. Los pasajeros se agarran como pueden en las curvas que cogen a toda velocidad. ¿Hasta cuántos es el límite de muertos? ¿Hasta cuánto es el nivel de lo intolerable?

Círculo de la pobreza y pensamiento mágico

Un día apareció Ángela por ahí.

Estaban acostumbrados a que de pronto apareciera algún familiar venido de cualquier parte, este u oeste de la República y al que había que dar albergue de una u otra manera, sin importar que ya fueran muchos y que no hubiera dónde. Cuando se cierran las puertas, de puertas pa’ dentro todo es cama, decían. Y donde comen dos, comen tres y claro, donde comen seis, también comen doce. Dios proveerá. No se le puede negar un bocado al necesitado. ¡Lo que Dios quiera será! ¡Amanecerá y veremos!

Cuando estaban en aquel cuarto 12 de la calle 25 de El Chorrillo, hasta en el balconcito donde Cata tenía el balde de lavar dormían los que ya no cabían dentro del cuarto. Si llovía se mojaban. Promiscuidad y pobreza.

Dentro de ese cuarto murió la bisabuela. Allí pasó meses – ¿o serían años? – postrada en una cama después de su derrame. Cata la atendió hasta el final, no era su abuela, ni su madre, pero los hijos, los nietos y nietas, «no podían» o «no tenían tiempo». Tiempos difíciles. Un hogar que no era un hogar sino una especie de albergue donde entraban y salían gentes que casi ni conocían pero que eran «de la familia».

Un día casi hubo prosperidad con la graduación de la mayor. Primera bachiller de la familia. Un sueldo más en casa. Se mudaron a Río Abajo. Más espacio. Un cuarto para los varones y otro para las mujeres. Una sala, una cocina y el baño compartido sólo con la tía Quinti que vivía al lado.

Y llegó Ángela. ¿22 años? ¿23, quizás? Ya nadie se acuerda. Hay que sacar cuentas. Y cinco hijos.

No era la primera vez que venía a la ciudad. La primera vez fue con Lorenza, su madre, por allá como por el 55. Era una hermana de Fefa. Lorenza vino con sus tres más pequeños, el mayor era Plácido de unos diez años, Ángela, de siete u ocho y el pequeño Eusebio de tres o cuatro años. Vino desde Garachiné a intentar curarse de un bocio terrible que ya le había ocupado la gargante al punto de casi no poder alimentarse. El bocio se hizo cáncer… dejando a sus tres menores totalmente desamparados. ¿Papá? No había. Se había volado con otra para Jaqué.

A los diez o doce años, un niño por allá ya no es un niño. Tiene que aprender a sobrevivir. A la muerte de su madre, Ángela se convirtió en «la mujer de la casa». La que tenía que buscarse la vida tanto para ella como para sus hermanos. Sobre todo el pequeño. Niños sin infancia.

En los 70 apareció por la ciudad, buscando a la familia, a las tías, con dos niños pequeños en brazos. Loren y Eder. Otros habían quedado desperdigados por allá. La familias de los padres se habían encargado. Las abuelas que lo resuelven todo…

Sin armas, sin capacitación, sin bagage, sin relaciones. Sin ninguna cultura del mundo laboral.

Llevaba muchos años a su aire. No aceptaba consejos ni recriminaciones. Cata quería educarla. Era demasiado tarde. Y un día se fue con sus dos chiquillos. Nadie podía impedirlo, era mayor de edad. ¡Pero cuánto dolió!

Meses después corrieron todos al Hospital del Niño. La Loren se moría. La Loren se murió. Niños comiendo tierra en el Curundú de entonces. Quedó el mayor.

Ángela tuvo dos niños más con otro que «la convenció». A los 32 años un cáncer del cuello del útero se la llevó definitivamente. Uno de sus hijos mayores, de 14 años llegó desde el Darién justo a tiempo para encontrarla moribunda. No volvió a Garachiné.

Esta vez, los huérfanos tuvieron un poquito más de suerte. A la tía abuela la llamaron abuela, a la prima mamá. Cata, se hizo mamá de todos. Se añadieron cuatro a los tres hijos que le quedaban por llevar aunque fuera hasta el bachillerato.  Cata y Fefa se zurraron, pero ya ésa es otra historia, todos se zurraron para rescatar lo que podía ser rescatado. Una brecha en el círculo de la pobreza, pequeñísima brecha… Aún queda mucho por hacer.

******

¿Por qué he querido hablar de Ángela hoy?

Me cuesta hablar de ella. Cuando la conocí la destesté. Pocas veces en mi vida he detestado a alguien pero a Ángela le tocó.

Para mí Ángela era una especie de monstruo, una extraterrestre, un alien sin educación. Hablaba como no acostumbrábamos a hacerlo en casa. Decía todo lo que le pasaba por la mente sin pensar si era hiriente, si ofendía y siendo apenas un par de años mayor que yo había empezado la paridera desde los 14 ó 15 años. Ningún pudor. Nada de auto estima. Era lo que había aprendido en el medio en que había crecido. El desprecio que me inspiraba era infinito.

Ángela era lo que yo no quería ser y por eso aún hoy me cuesta imaginar lo que fue su vida, la de su madre… En aquel tiempo yo juzgaba con los prejuicios de mi educación prejuiciosa. Ahora es diferente. Ángela, con ese nombre tan bonito, no tuvo suerte. Lo que me han dicho con mucho pudor y entre dientes deja entrever lo sórdido de las condiciones de vida de muchos de nuestros niños en Panamá. Eso aún no lo sé describir. Aún no puedo. La que podía contarlo mejor era Francisca pero ya hace tiempo que se fue y de ella me quedó muy poco.

Ahora que soy mayor, que tengo hijos y nietos, me he puesto a averiguar quién era Ángela y por qué era así. Ya no hay desprecio. Queda una pena infinita por esa niña que pudo ser como yo… con una madre trabajadora y exigente y un papá.  Nunca estuvimos totalmente solos de pequeños. Cuando mamá trabajaba de noche, papá venía a quedarse con nosotros y en el día cuando ambos trabajaban las vecinas Jacinta y Ruma eran como dos abuelas que no dejaban pasar nada. Sabíamos que si Ruma o Jacinta ponían una queja cuando mamá llegaba, la cosa iba en serio.

No teníamos televisión ni internet para pasar el tiempo. Jugábamos en el parque que estaba al lado. Al pie de la muralla de la Cárcel Modelo. No mucho tiempo. Yo era campeona saltando soga. A mi madre siempre le gustaron los libros y revistas. Había pocos pero leí de niña a García Márquez, Corín Tellado – ¡muy malo! -, Poe, Hemingway… lo que me cayera entre manos. Nunca faltaba un «Selecciones» en la casa. Paquines de Súper héroes y vaqueros… pocos que se leían y releían.

La casona aquélla, era como un pequeñísimo pueblo con su tribu. Parece que después las cosas cambiaron. Sobre todo después de la invasión. La casa se quemó, vino la droga, ¿o vino antes? salieron armas, aparecieron las pandillas… Todo empeoró con las malas políticas.

La historia de Ángela es la historia de su madre, es también si lo miramos bien, la historia de su tía, Josefa, la de Francisca es un misterio… Y de otras que quizás algún día pueda contar. Es un círculo que se repite de generación en generación. Algunos tienen la suerte o la fuerza para romper ese círculo un día. Con amor y responsabilidad. Y con algo de suerte. De esa suerte que uno se busca pues no cae del cielo… Con algo de ayuda y empatía. Otros se hunden en la miseria material, moral, espiritual e intelectual de generación en generación porque no tuvieron la alimentación correcta, tampoco amor y no saben cómo es ni con qué se come, porque el alcoholismo es el pan cotidiano. El peso de la miseria es demasiado grande, apenas si se sobrevive.

Cuando leí las motivaciones del proyecto de ley 61 quedé aterrada con las estadísticas. A los embarazos precoces se han añadido las enfermedades venéreas en la juventud que solo la ignorancia perpetúa. Me acordé de ellas. Me acordé de Ángela y también de la vecinita de abajo en la calle 25. La hija de Otilia.

¿Cómo se llamaba? No me acuerdo. Era un poco mayor que yo o quizás no. Pero no era una niña que jugara con nosotros. No recuerdo por qué. Hacía tiempo que no me acordaba de ella.

Un día sallió Otilia al patio, vociferando que le habían echado una brujería a su hija… Gran espectáculo. Según los gritos desesperados de la madre, la niña tenía un sapo en la barriga. ¡Brujería! ¿Quién se lo había diagnosticado? Fue el chiste del año en la casona. Unos meses después, se supo que la brujería del sapito se había transformado en un bebé bien bonito. Seguimos riendo. Sin piedad. Le tiramos la piedra a la niña y a nadie más.

Siempre sospechamos de que el autor de la «brujería» era uno de los vecinos que vivía con el hermano en el piso de arriba. El mismo que nosotros. Un Guarareño, que debía andar por los 24 ó 25 años y que acosaba a las muchachitas menores de edad. Eran fáciles de «levantar». Hubo varias en el barrio. Borracho y mujeriego. De los machos panameños «que se respetan» pero que no respetan a nadie. Bastante me tocó soportar y esquivar su acoso entre los 15  y los 18 años. Después nos mudamos y lo perdimos de vista pero durante algún tiempo siguió llamando a casa. Eso nadie lo denuncia. ¿Para qué?

No hace tanto, una sobrinita, con unos doce años en ese entonces, se tuvo que bajar del bus asustada porque un muchacho no paraba de acosarla y decirle cosas apretándose contra ella… Le pregunté que por qué no se había quejado, que al que debían bajar del bus era a él.

– No tía, de nada sirve. ¡Lo que hacen es que se burlan!

Una niña no es capaz de pararse firme aún con adultos que puedan ayudarla alrededor. Ella prefiere no hacer escándalo y no dar la nota en público. Así es que maleducan a los varones, tienen que ser machos y para eso tienen que demostrar que se pueden «levantar a las guiales» y se creen con derecho a acosarlas e irrespetarlas.

Por eso sigo sin entender a aquéllos que se oponen a leyes que intenten inscribir en nuestro código el derecho a la educación integral incluyendo lo que hay que saber, a tiempo, sobre la sexualidad. Para darle herramientas a las niñas. El conocimiento es poder. Para educar y dar conocimiento a los varones. Que aprendan que las mujeres no son objetos, ni muñecas de plástico.

La ley en debate y tan criticada por ciertos sectores, es la esperanza de un progreso a través de la educación para las futuras generaciones. No es la ley la que lo hará. Son los programas educativos y también las medidas preventivas de salud pública que por ley el Estado debe asumir.

Pienso sobre todo en las mujeres, porque ellas son la clave del progreso social, cuando ellas rompen el círculo de la pobreza, sus hijos salen adelante, se hacen hombres y mujeres de bien. Se hacen profesionales para servir a la sociedad. Hay que empezar ya. Es tarea de largo plazo. La Patria lo necesita.

 

Sigolène

IMG_5238J’ai bien fait d’aller aux «Mots Doubs». J’ai eu la chance de la rencontrer. Sans cette mission qui m’est échue, je n’aurais pas eu cette chance. Je serais même passée à côté sans la voir, sans savoir que c’était elle. Je ne suis pas du genre fan. Je n’ai jamais été abonnée, même à l’adolescence boutonneuse, à un chanteur, un écrivain, une personnalité publique. En général, je reste au loin – probablement par timidité – bien consciente de la difficulté d’écrire et de la fragilité de l’art.

Mais cette fois, c’était particulier. L’année avait mal commencé pour des gens dont j’aimais lire les écrits et dont les créations, parfois féroces et dérangeantes, parfois tendres et poétiques m’ont souvent secoué, fait réfléchir. Il me fallait profiter de la présence de Sigolène. Elle les représentait tous et ne représentant qu’elle-même.

Une jeune femme fragile, de cette génération d’enfants qui ont eu des parents généreux et pour qui la richesse est ailleurs que dans l’argent. Une de ces jeunes femmes qui ne sont pas là pour la parade, portée par une richesse intérieure, une sensibilité, la poésie et l’art. En parcourant le programme du salon, j’ai vu son nom. Est-elle là ? – ai-je demandé -.

À part ses petites chroniques judiciaires lues en passant dans le Charlie, je ne connaissais rien d’elle. C’est fait pour ça, les salons. J’y découvre régulièrement des auteurs qui m’attrapent aux tripes, soulèvent des émotions, qui m’attendrissent…

Sigolène était là, à sa place. Elle venait de signer un livre à quelqu’un et s’est retournée pour parler à une dame qui se trouvait derrière elle. Son agent ? Une librairie ? Une garde du corps ? C’était dans le stand de cette nouvelle libraire que nous attendons avec impatience depuis des mois et dont les travaux dans les locaux restaurés n’en finissent pas. Finiront-ils un jour ? A mon dernier passage, la palissade autour commençait à tomber. Je la trouverai, sûrement, en rentrant. Une nouvelle librairie au Centre-Ville à la place du cinéma Plazza, fermé depuis des années.

Je parlais de Sigolène. Elle ne m’avait pas vue.  Lorsqu’elle s’est enfin retournée, son émotion était forte. Elle n’a pas pu, devant moi, une inconnue qui attendait un peu de son attention, retenir un flot de larmes. Comme un enfant perdu. La distance s’est rompu. Nous étions deux femmes, solidaires et l’admiration pour l’écrivaine-journaliste-juriste, est devenue de l’amitié, de la tendresse pour cette jeune femme qui se bat contre les démons. J’ai eu le privilège de partager ce moment mystérieux où l’émotion l’emporte sur les convenances. J’ai eu deux belles dédicaces qui parlent de voyages et d’amitié.

J’ai lu d’un trait J’ai déserté le pays de l’enfance  c’est Sigolène, une jeune femme, avocate qui croit, en la Justice mais le monde, la nécessité de gagner sa vie, la connerie des hommes, la folie douce (ou pas) n’en font qu’à leur tête. Peut-on admettre de «défendre» ceux qui spolient le travailleur? C’est pourtant, malgré tout, son métier. Défendre les intérêts d’un client qui n’est pas forcément celui qu’elle voudrait défendre. Mais pourquoi ce con d’andouille d’adversaire n’utilise pas les éléments de défense qu’elle lui file en douce pour l’aider et qui pourraient faire pencher la balance à son avantage ? Elle perdrait ce procès qu’elle en serait bien contente, mais non ! Monsieur Machin est trop con pour se servir des clés qu’elle lui donne. L’angoisse de voir tomber le verdict à son avantage produit des ravages dans un esprit sensible… Quelle est la distance entre la folie et la sagesse ? Le retour au Paradis de l’enfance aura, peut-être des effets bénéfiques.

Là-bas, au loin, Djibouti, la Corne de l’Afrique l’attend pour apporter, peut-être, quelques réponses. Renouer avec l’enfance peut-il soigner les maladies de l’âme ? Fragile, toujours en équilibre sur un fil, la quête d’identité… prête à tomber… L’enfant devenue femme retrouvera à Djibouti ce qu’elle croit avoir perdu ? C’est une quête. Sera-t-elle acceptée dans son Paradis perdu ? Retrouvera-t-elle la trace de ses pas d’enfant? Écrit à la première personne, entre roman et auto biograhie elle fait ressentir la chaleur et la sécheresse du climat, l’odeur du sable et de la mer,  les voix des personnages, amis retrouvés… Le regard, comme l’écriture révèlent une personnalité de poétesse, un sensibilité à fleur de peau aux prises avec un monde cruel où dominent les intérêts du plus fort.

J’ai terminé de lire Courir après les ombres dans l’avion qui me ramenait vers mon enfance. La dédicace à Bernard Maris, Oncle Bernard, est significative.

On se retrouve avec Paul Deville, dans cette même Corne de l’Afrique qui est si chère à l’écrivaine. Paul est économiste, comme son père François qui, un jour, a finit par renoncer. C’est encore cette Corne de l’Afrique, le Golfe d’Aden, Djibouti… l’espace où le pillage des ressources par les grandes puissances s’organise. Paul croit qu’il faut créer un nouvel ordre mondial en travaillant pour la Chine et négocie de nouveaux marchés sur les ressources au profit des chinois tout en recherchant les poèmes jamais écrits d’Arthur Rimbaud.  Son travail est motivé par la chute du système capitaliste occidental mais le pillage des ressources des pays pauvres et de ses gens est de plus en plus flagrant. Paul Deville, finit, lui aussi, par renoncer comme son père. Où était la folie ? Avant, lorsqu’il présentait comme un professionnel compétent ? Maintenant, dans son renoncement ? De beaux personnages entourent Paul : la petite fille, qui va chercher le poisson sur sa barque venue d’un autre malheur ; le berger qui participe aux recherches des poèmes jamais écrits du Rimbaud trafiquant d’armes et qui semble être le même berger-fonctionnaire de J’ai déserté le pays de l’enfance ; le chamelier nomade qui choisit d’émigrer abandonnant son troupeau à son cousin berger… C’est encore le voyage et le pays de l’enfance le thème central.

Deux beaux romans qui se lisent avec plaisir et qui nous laissent cette saveur amère des idéaux trahis ou perdus, des questions sur la réalité et le rêve, sur la sagesse et la folie. A lire.

En el país de la accesibilidad según Marie y Juanpi

¿Por qué me gusta leer el Charlie Hebdo cada semana? Supongo que porque muchas de mis preocupaciones sobre el mundo en que vivimos se ven reflejadas en sus páginas. También porque el Charlie siempre ha tenido el talento de afiliarse al talento. Talento de periodistas que saben investigar cuando es necesario, entrevistar…, verdaderos talentos de pluma y caricaturistas de primera.

Cuando recibo el Charlie cada miércoles lo primero que hago es buscar la crónica de Philippe Lançon, herido de gravedad en el atentado del 7 de enero de 2015. Su convalescencia es la crónica de la condición humana. Con pudor y delicadeza cada semana es como si lo acompañáramos un ratito en su caminar hacia un retorno a la vida. Una vida que nunca será la de antes.

Muchos de los artículos del Charlie me dejan con la insastifacción de no poder hacer clic en un «me gusta» o «compartir» . ¡Qué pena que tanta gente no sepa lo que hay en el Charlie! A veces para reír, sonreír, indignarse… siempre para pensar.

Hoy, Marie Darrieussecq, escritora y sicoanalista nos habla en su crónica de un «territorio muy complicado, lleno de gradas, escalones, obstáculos, pisos, niveles, fosos […]: … el territorio de la discapacidad.» Enseguida pensé que Marie es una amiga secreta de Juanpi Dolande, ese panameño tan formidable que cada semana nos cuenta en video «Las aventuras de mi silla y yo».

Así lo presenta Juanpi cada semana, con un reto a personalidades conocidas para que lo acompañen en sus aventuras en la silla de ruedas.

¡De Panamá a París, la misma vaina! El combate es el mismo y la pelea es peleando. La pelea por la accesibilidad, por la autonomía, por la dignidad de todos.

Marie, como Juanpi, nos habla de accesibilidad, palabra nueva para decir ¿puedo hacer tal trayecto de manera autónoma si camino medianamente bien? Nos aporta un ejemplo preciso con la linea 4 del metro parisiense al cual se le instalaron ascensores – ¡esperanza! – cuando se prolongó la línea hacia el sur. En la puerta del ascensor nuevecito, hay un letrero que dice «puesta en servicio próximamente» es un caso de estudio. Desde hace tres años el letrero está allí, sin moverse. Y no pasa nada. Los usuarios, cansados de la promesa en falso, han tachado «próximamente» y han florecido grafitis más realistas en su lugar: «cuando la rana críe pelo en las caderas», «el día de San Glin Glin», «cuando los griegos paguen la deuda»… Pero no pasa nada. Las mamás siguen levantando los cochecitos de sus bebés por las escaleras, los discapacitados evitan el sector, los viejos refunfuñan, los cojos maldicen y los viajeros cargados de maletas tropiezan. Es una vida de barrio caricaturalmente francesa, maldiciendo a responsables difíciles de identificar. Esos ascensores costosos en su caja de vidrio, estáticos desde hace tanto tiempo, se viven como una provocación.

Como Marie, lo suyo es escribir, envió una carta a la administración del Metro de París, la RATP (Régie Autonome des Transports Parisiens). Una consejera de clientela le respondió muy amablemente que su correo había sido de interés y que comprendiendo perfectamente la interrogante, deseaba aportarle algunas explicaciones: «No podemos precisarle una fecha de puesta en servicio del ascensor de la Porte d’Orléans. En efecto, para ser puesto en funcionamiento, este equipo necesita la validación de la inspección seguridad de la empresa responsable de su instalación. Nada impide actualmente la recepción técnica del aparato, pero, para estar en conformidad con las disposiciones reglamentarias en materia de accesibilidad a las Personas de Movilidad Reducida (PMR), un pictograma deberá ser puesto en el ascensor para precisar su accesibilidad a los Utilizadores en Silla de Ruedas (UFR). Sin embargo, exceptuando las estaciones de Mairie de Montrouge y Puerta de Orleans, las demás estaciones de la línea 4 no son accesibles a las PMR. Además, el acondicionamiento de la accesibilidad andén/tren no será realizado hasta que se haga el cambio de todo el material rodante de la línea 4. Por consiguiente, la accesibilidad total entre Puerta de Orleans y Mairie de Montrouge solo podrá ser efectiva en 2019 con la automatización de la línea.«

A Marie, todo esto le pareció, a fin de cuentas, gentil pero incomprensible. La persona que había tomado el tiempo de contestar traducía los acrónimos (PMR /UFR), pero por mucho que Marie hubiera estado en algunas UFR (Unidad de Formación y de Investigación), esa «novlengua» se le escapaba. Entendía solamente que, una vez más, los discapacitados tendrían que esperar. Marie consultó con un amigo que sabe hablar el administrativo lo que le ayudó a entender más precisamente que si el UFR  bajara a tomar el metro con el ascensor, nunca más podría subir pues al otro lado, por ahora, NO hay ascensor. El usuario se vería, pues, en un sketch al estilo de Devos, dando vueltas para siempre en el metro. Menos molestos pero exasperados también están los PAP (Padres Con Cochecitos de bebé), VQC (Viejos Que Cojean), EM (Enyesados Momentáneos), VEV (Viajeros Sobrecargados de Maletas) y  ENFANT (Ser Naturalmente Aquejado de Agitación y de Enanismo Transitorio). Todos esperan un «próximamente» que no llega. Por su parte, Marie aprendió que en la novlengua «próximamente» significa dentro de siete u ocho años.

Esto es una adaptación bastante libre del texto que con talento nos entrega Marie Darrieussecq en el Charlie Hebdo del 22 de julio 2015. Para quienes puedan y prefieran acceder al original en la lengua de Molière, aquí se lo dejo, con todo el sabor del verbo de Marie Darrieussecq.

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Charlie Hebdo du 22 juillet 2015

Hacía tiempo quería hablar de Juanpi. Hoy, Marie me obligó a sentarme a escribir, a recoger su lucha. Ellos dos lo dicen todo.

No me consuela que la batalla por la dignidad de todos sea universal. Me consuela que haya seres valientes que no se dan por vencidos. En Panamá veo a pocos en la lucha. En Francia no hay tantos, pero son activos en las redes sociales. Accessible pour tous, todos los días recuerda, a los políticos, las promesas no cumplidas.

El estilo juguetón de Juanpi dará sus frutos. El humor que aparece en el texto de Marie muestran lo absurdo de situaciones increíbles.

La lucha digna de los discapacitados nos concierne a todos y la resignación no puede tener cabida. Es un derecho humano el poder desplazarse libremente cualquiera que sea nuestra condición física, estatus social, género… Hoy, estoy en buen estado de salud, puedo correr, subir escaleras, saltar charcos y fosos… ¿Y mañana? ¿Me veré condenada a quedarme encerrada en casa?

Mi canasto de eneldo

Ya amaneció. Por la contraventana entornada se cuela la claridad del cielo. Es pleno día… ¿qué hora es? Ah, no… ¡qué temprano! Apenas las 5:40 de la mañana pero estamos en junio y en el hemisferio norte. ¿Pero qué hago yo despierta tan temprano? Veo el mensaje de mi hermana en el Whatsapp «ya llegamos a la casa de la Mesa». Tres mujeres, tres generaciones para pasar el fin de semana lejos de la ciudad. Me alegro. En Panamá aún no es medianoche del viernes y yo ya me estoy levantando el sábado. Me acecha la esquizofrenia. El cuerpo aquí, la mente allá. Una parte del corazón de cada lado del Atlántico. Algunos días me curo y dejo de vivir allá para disfrutar de mi aquí.

¿Qué me dice el Tuíter? Que  De Lima dice que él no fue. Que le cambien la medida cautelar. Unos a favor, otros en contra. ¿A cuántos más hay que investigar? Se hace el balance del primer año de gobierno del Presidente… los atentados, asesinatos horrendos en Francia, en Túnez, en Koweit… y alguna mujer masacrada por su pareja en cualquier parte.

Bueno, ya está bien. ¡A desayunar! tomarse un café, preparar la mochila y arrancar. Hoy me toca ir a ayudar a mis productores de hortalizas a 40 kilómetros de aquí. ¡A moverse! La agricultura es madrugadora, yo no.

¿Cómo dice? ¿Que desde cuando yo soy agricultora? Pues nada. Desde que decidí hacerme miembro de algo que por hoy voy a llamar una cooperativa entre productores y consumidores. El «canasto de eneldo». Antes, ¡ni sabía lo que era el eneldo y nunca había comido hinojos! Creo que en España lo llaman «grupos de consumo» o algo asÍ. Estoy aprendiendo desde que decidí que no basta con comer productos orgánicos de buena calidad, sino que además, es mejor si se producen a una distancia razonable de mi casa. En circuito corto, del productor al consumidor en el marco de una relación solidaria y no puramente comercial. Me gusta sentir que soy parte de un proyecto de salud pública y de economía solidaria. También me gusta contribuír a que los que producen mis alimentos se ganen la vida decentemente como cualquier otro profesional. Todos los productores del grupo son gente joven pocos necesitan nuestra ayuda en ciertos momentos del año.

A ver, la mochila. Una cantimplora, un bloque de hielo para refrescar, un emparedado, un banano. ¿Qué falta? ¡Hum, que no se quede el sombrero, lo voy a necesitar! ¡Andando!

Siempre temo perderme. Antaño, vine muchas veces a varios pueblos del sector, cuando cantaba en el Coro Universitario y dábamos conciertos donde nos invitaban. Pero ya no conozco la ruta. Las han cambiado. Han puesto desviaciones para evitar pasar por los pueblos que hay en el camino. Es más rápido, pero siempre temo enredarme. Tengo que ir mirando los letreros. ¡Por suerte los hay, no como en Panamá!

– Oiga, por favor, ¿para ir al Rincón de la Palma es por aquí?

– Sí, cómo no. Siga al busito de colegiales. Él va pa’ allá.

El busito se sabía muy bien la ruta y se conocía todos los cráteres del camino, enseguida entendí que los zig-zag que hacía no era porque estuviera borracho. Parece que ahora la carretera está buena.

En el auto, las noticias siguen dando detalles de los atentados. La monstruosidad de una decapitación en Francia. ¿Por qué ese empresario acabó sus días así? ¿Por ser el patrón del asesino? ¿Por qué un individo pone a su familia en semejante trance de verse señalada? Su madre, su hermana, su esposa, sus hijos… Todo eso es agua para el molino de la extrema derecha francesa. Puerto El Kantaoui, Túnez, lugar hermoso donde mis hijos conocieron la primera experiencia de buceo con botella. Estamos destruyendo el planeta. El hombre sigue auto destruyéndose, por sed de poder, de dominación, de dinero, oro, petróleo…

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Ya estoy… son las 8 a.m. Nunca he llegado tan temprano.  Todo tranquilo. Hortalizas para allá, hortalizas para acá. Los invernaderos de los tomates, pepinos, berenjenas… Ahí viene Fred.

– Hola, Fred, ¿qué hacemos hoy?

– Vamos a desherbar las coles…

¡Ah, los repollos! La mala hierba… En agricultura orgánica, la hierba se saca a mano… cero herbicida… cero Monsanto. ¡Cóncholes! se me olvidaron los guantes después, ¡quién recupera esas uñas negras..!

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Somos 4 en las líneas de repollos. A mis años, las rodillas no resisten la posición en cuclillas y si me arrodillo durante 10 minutos, luego, desboblar el cuerpo es un tormento indecible. La solución es el fitness. ¡Un, dos, un dos…! Piernas separadas, rodillas flexibles, uno ¡abajo! agarras la mala hierba entre las coles ¡arriba! la tiras donde te dijo Fred. Un, dos… sí, ya sé. En el gimnasio, los ejercicios duran una hora, aquí es gratis y duran toda la mañana. ¡Un, dos…!

– Chicas, son las 12:30, ya han trabajado bastante. Vamos a tomarnos una cerveza.

Con razón ya no siento las piernas, las rodillas, los muslos, la cadera… ¡Estoy hecha leña!

Sentados en la terraza de la granja, la cerveza del artesano cervecero miembro de nuestro grupo me sabe a gloria. Estoy hecha leña pero contenta. Aprendí muchas cosas hoy. Las pulgas y los pulgones, las mariposas blancas que están buscando donde poner sus larvas golosas, los insectos auxiliares, orugas y mariquitas… Me enteré de la inquietud por las plagas y la razón del uso muy limitado de fitosanitarios.

–  Mira, aquí están las larvas de esa pulga negra.

– Y ¿qué vas a hacer? ¿Les vas a poner algo?

– La decisión no es sencilla. Para esta plaga existe un producto autorizado en agricultura orgánica pero no es un producto selectivo. Vas a matar una parte de las larvas ¡no todas! pero al mismo tiempo vas a afectar a los insectos auxiliares. Sin contar que mientras más fitosanitarios usas, más se refuerza la resistencia de los insectos.

– ¿Entonces?

– Creo que no haremos nada. Vamos a esperar que los insectos auxiliares, – ¿viste que hay bastantes? – puedan ayudar a defender las coles.

Preservar la fauna auxiliar de la agricultura es primordial. Estoy hecha leña, ¡ayyy!  Sé lo que valen mis hortalizas, y valen más que lo que cuestan. Estoy hecha leña pero hoy contribuí con mi granito de arena por el planeta, por alimentar sanamente a mi familia, contra la industria agroalimentaria, contra los aditivos y la comida chatarra, contra los intermediarios, contra Monsanto…

Se puede leer un artículo relacionado con este tema aquí : La verdolaga.

Urgencia… y tú ¿qué habrías hecho?

Leyendo a Patrick Pelloux, médico urgentista y cronista en el Charlie Hebdo, en sus publicaciones del 15 y 22 de abril 2015 me acordé de mis tiempos en que como personal universitario fui voluntaria para las capacitaciones de «socorrista laboral». Durante años participé en las formaciones y fui parte de los socorristas que la administración universitaria quería tener en todos sus sitios y laboratorios.

Sabíamos que esa certificación nos podía llevar a actuar no solo en el marco de nuestro espacio de trabajo, sino también en cualquier circunstancia de la vida cotidiana. Qué gestos realizar para un bebé o uno mayor que se atraganta… qué hacer en caso de incendio, de quemaduras según el tipo de la quemadura, de escape de gas… cómo actuar en caso de pérdida de conocimiento de una persona, verificar la respiración, ¿y si no respira..? la importancia de la ventilación mientras llegan los auxilios profesionales y cómo evitar las pérdidas de tiempo.  ¿Qué hacer en caso de hemorragia? Y sobre todo, qué no hacer. Algunas veces la buena voluntad mal orientada puede ser peor que el no hacer nada. Aprendimos también a mantener una vigilancia preventiva para evitar los accidentes.

Lo que me motivó a participar en esta actividad fue un episodio al inicio de mi vida profesional. Como joven profesora en mi centro universitario, recibíamos estudiantes de todos orígenes y horizontes en cursos durante el año y cursos intensivos de verano para el aprendizaje de lenguas extranjeras. Un día, en medio del curso, una jovencita tuvo un ataque de algo que no entendí en el momento y quedé paralizada sin saber qué hacer. Por suerte, uno de los participantes del grupo, sí entendió. Saltó por encima de las mesas, apartó a todo el mundo e hizo lo necesario para evitar que la niña se mordiera la lengua y no recuerdo qué más hasta que la crisis pasó. La chica tenía, en su bolsa, medicamentos para su problema. Se me habló de crisis de «Tetanía» que debe ser algo como la epilepsia que tanto asustaba a algunos curas de mi infancia (perdón, ese es otro cuento). Me enteré luego, conversando con él, que había recibido formación de prevención y socorrismo desde la adolescencia por su participación en un grupo de scouts que hacían muchas actividades al aire libre. Eso me decidió. No podía yo tener la responsabilidad de un grupo y ser incapaz de reaccionar adecuadamente, en caso de necesidad, a una urgencia.

En las capacitaciones teníamos testimonios de accidentes más o menos graves. Recuerdo el de una colega, profesora en la facultad de Ciencias y técnicas físicas y deportivas de mi Universidad. Un estudiante de unos 20 años, subió corriendo las escaleras para entregarle una tarea y al empezar a hablar se fue al suelo. Pérdida de conocimiento, ataque cardiaco, no respiraba. Inmediato aviso a Urgencias Médicas, mientras tanto a ella le tocó hacer el masaje cardiaco para mantener la circulalción de la sangre. El chico se salvó. Se descubrió que ese gran deportista  tenía un problema cardiaco que hasta entonces nunca se había detectado. Eterno agradecimiento de la familia y esa emoción compartida, ese sentimiento de orgullo en ella de haber sido capaz de hacer algo útil.

Histoire d'urgencesPor eso, la historia de la bella Jane, me ha dejado pensando, ¿cuántos transeúntes serían capaces de intentar salvar una vida? ¿Cuántas madres de familia se vuelven locas y si el niño se quema, en lugar de echarle agua fría le echan sal o alguna pomada grasosa, lo que empeora la situación friéndolo más?

La bella Jane era una mujer moderna de unos 40 años con esposo e hijos. A esa edad, y también después, las mujeres necesitamos movernos para conservar la forma. Jane, como de costumbre, salió a correr una hora por las calles de París. Con tan mala suerte que ese día, tuvo un paro cardiaco. ¿Por qué? No se sabe. Lo peor de la mala suerte es que cayó a los pies del imbécil más imbécil de todo París quien llamó a Urgencias Médicas diciendo que no había apuro porque estaba muerta. Se sabe que por mucha prisa que se den las ambulancias, en un paro cardiaco, la distancia entre la vida y la muerte cerebral es de unos tres minutos. Si tu cerebro no recibe irrigación sanguínea durante 3 minutos, ya no hay nada que hacer. El imbécil parisino, que según él lo sabía todo, se negó a hacer el masaje cardiaco que el médico urgentista le pedía que hiciera mientras llegaba la ambulancia. ¿Para qué, si ya estaba muerta? La ambulancia llegó en siete minutos. Jane no se salvó. Su esposo, en casa con los chicos que hacían las tareas, no entendía por qué no llegaba, si ya era hora de que hubiera terminado su recorrido… y… ¡por qué su GPS indicaba la dirección del hospital!