El Kremlin de arena

IMG_0391La playa de Veracruz es una de las mejores playas de la provincia de Panamá y la más cercana a la capital. Kioscos, restaurantes y comercios reciben cada fin de semana a miles de panameños y extranjeros. Probablemente una de las últimas playas libres de la provincia. Ahí puedes llegar libremente a comerte un plato de patacones con pescado, a refrescarte con alguna bebida o simplemente a disfrutar de la playa. No sufres del tranque monstruoso que viven los que frecuentan playas más alejadas de la ciudad.

Al lado, tienes los hoteles Playa Bonita y Westin que han privatizado y extendido lo que fue «la playa de los gringos», la playa de Kobee. También frecuentábamos aquella playa, solo teníamos que pagar unos reales. No recuerdo cuánto. Era una forma de impuesto para el mantenimiento de la playa. Lo que nos llamaba la atención era la malla para proteger a los bañistas d’eventuales tiburones. Eso nunca lo hemos tenido en Veracruz. Ahora es una playa privada con aceso solo por el hotel. Recordemos que en teoría, las playas no son privadas.

Acá, en Veracruz, está instalado, por un tiempo, el señor Alonso, artista de castillos de arena, quien con su hijo va por el mundo contruyendo castillos de arena que un día cualquiera se  llevará el mar devolviendo la arena a la playa.

Es la idea delIMG_0390 Kremlim, me dijo el señor Alonso en homenaje a la Marea Roja que va al mundial de Rusia por primera vez. Por eso la banderita panameña en tan exótica construcción.

El señor Alonso es un arquitecto sin título que jamás estudió arquitectura y que ama construir castillos de arena enseñando a sus hijos también a vivir de su arte y a no desear acumular bienes permanentes. La vida pasa como en un reloj de arena y a la tumba no nos llevamos nada.

Fue muy agradable conversar con el señor Alonso en medio de mi caminata mañanera de ese día. No duden en visitarlo. Siempre está ahí, dispuesto a conversar con la gente, de su concepción del mundo, de la vida y de sus castillitos de arena que estarán allí hasta que a alguno le moleste y entonces, la arena volverá a la playa y él seguirá su camino por el mundo.

 

Caminar es vivir

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Aceras en Casco Viejo

Soy caminadora. No es solo por gusto, también por necesidad. Caminar me limpia el cerebro, hace circular la sangre, elimina toxinas, multiplica anticuerpos, disuelve las frustraciones y da energía.

La desgracia más grande es vivir en un lugar donde tienes que pensarlo dos veces para salir a caminar un rato.

En Panamá, parece, se ha perdido la costumbre de caminar. ¿Desde cuándo? No lo sé. El clima, dicen. Parece que es nuevo.

Recuerdo a mi abuela caminando por la playa desde Kobee donde trabajaba para familias gringas hasta su casa en Veracruz. No hace tanto, mi madre que ya va rondando los 90 hacía su circuito de las Iglesias del Casco Viejo y las chiquillas de 20 años menos

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Santa Ana y sus árboles hermosos de siempre.

que ella no le seguían el paso. ¡Esa señora sí que camina! – se quejaban -.

Ahora ya, de tanta insistencia de quienes queremos cuidarla, se siente menos segura y procura salir en compañía cuando sale a pie desde su casa en Veracruz. Sí. Tenemos la mala suerte de vivir en Veracruz en la casa que fue de mi abuela. En esa calle Central que es como si fuera la Vía España pero sin aceras. Aquí pasan los buses piratas o no. Grandes y chicos a velocidades impresionantes rozando al peatón que tiene que arriesgarse por la calzada. Es una calle recta, no hay obstáculo a las velocidades de los autos.

¿Aceras? ¿Veredas? Hace tiempo que desaparecieron. El MOP a través de los años cada vez que ha reasfaltado la calzada para que los automovilistas tengan su «confort» sin huecos, le ha ido subiendo el nivel. Lo que antaño fue una vereda, acera peatonal,

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Veracruz. Hermosa calzada central para los carros. Nada para los peatones.

relativamente cómoda, es un foso irregular que se encharca con las lluvias. Lugar de estacionamiento de autos más que protección para el peatón. Allí donde se tiran desperdicios que quedan sin recoger.  Algunos vecinos han hecho caminitos o entradas a sus casas, limpian un poco, muchos no.

Entonces, salir a caminar para relajarse cuesta.
Cuando éramos niños, salíamos a caminar bien bañaditos después de cena, cuando ya iba anocheciendo, con la fresca. En tiempos sin alumbrado eléctrico, cenábamos temprano y la abuela llevaba siempre una linterna. Recuerdo también una lámpara de marino que no se apagaba con la brisa.
Hoy, tenemos buen alumbrado eléctrico, sin embargo, salir a caminar es toda una aventura. No solo por la «inseguridad» porque hay que competir, disputar espacio a busitos, busotes, taxis y carros particulares que en la calle Central circulan sin parar hasta la medianoche, sino tambien porque estamos, parece, en «área roja». Ya la gente no sale por el puro gusto de salir a echar un paseo. Mejor  encerrarse en su casa. No arriesgarse afuera. Hay mucho maleante, el otro día le robaron a Fulanita que iba para su trabajo y a Mengano se le metieron en su casa y se llevaron… etc., y la policía no hace nada… Entonces, mejor no arriesgarse. Quedarse encerrada mirando series gringas o cualquier «Esto es guerra» o por el estilo.
– ¿Cómo? (exclamación de susto) ¿¡Le diste la vuelta al pueblo?!! ¿¡De noche?!
– Bueno, la vuelta completa no. Fui hasta la Iglesia, luego hasta la escuela ahí la calle que va hacia calle cuarta y tercera… llena de huecos pero tranquilísima, sin tráfico, con una brisa que no detienen ni muros ni casas apiñadas… una delicia. La brisa de Cabra, la que siempre nos refrescaba por la noche pero que ahora con las construcciones y las murallas para protegerse de intrusos ya no nos llega… o muy poca.
En una esquina de calle cuarta vi un local de capacitación técnica «cristiana». Desde luego, con el nombre de nuestro Honorable Representante en la fachada.
Fui hasta la entrada del pueblo – entrada antigua, pues ahora el pueblo empieza en las áreas revertidas –  pasando por el cuartel de la policía que sigue siendo el de siempre, no me da la impresión que haya cambiado desde los años 50. Esa calle   ha sido históricamente ignorada por el MOP – no es la única, pero ésa, en pleno «centro», no debería. Es como si hubiera sufrido un bombardeo. Ahora tienen ahí un cierre para que no pasen carros. Supongo que es por «seguridad» del cuartel ya que el bloqueo se encuentra a ese nivel.  En la misma calle está la junta comunal de Veracruz sede de nuestro H.R. que acaba de «saltar». No entendí muy bien por qué ni para qué. Cosa extraña, «La flor de Veracruz», la cantina «histórica» del lugar estaba cerrada. ¿Mucha competencia en el pueblo? Noto un nuevo Restaurante abierto las 24 horas y otro bar pub con aires de modernidad en mi misma calle. La modernidad no los llevó a prever la isolación acústica para no molestar a los vecinos. Todo lo contrario. Estoy esperando con temor la celebración del día de las madres.
Una delicia de paseo. La gente es amable y saluda al cruzarse con uno. Como antes. Uno que otro en las esquinas, observan a esta mujer rara que va andando sola con paso rápido y no con la lentitud habitual. A las 9 de la noche, con el fresco de la brisa, se puede correr o hacer el deporte que uno quiera. La bicicleta no. La falta de hombros hacen el ejercicio realmente acrobático. Algunos chiquillos juegan con sus bicis en calle adyacentes llenas de huecos.
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Ahora, al caminar, no te encuentras con los «patacones» monstruosos que se acumulaban en  años pasados. Ya mi madre no vive – por ahora – con el afán del carro de la basura, que si viene, que si no viene, que normalmente habían dicho que venía hoy pero no vino y hay que volver a meter la basura porque si no, los perros rompen las bolsas y riegan todo. Ahora los carros – buenos carros, modernos – vienen todos los días y los desechos domésticos son recogidos regularmente. Al menos en nuestro sector. Uno de mis hermanos a veces le trae su basura a mamá pues a su sector sucede que no lleguen. Está también la casa abandonada, ahora en ruinas a una cuadra de aquí que al parecer se ha convertido en muladar y refugio de ratas y gente de malas costumbres. Parece que ahí no llega la sanidad.
Hoy está nublado y mamá quiso ir caminando hasta la casa de uno de mis hermanos en el área revertida. ¿Imprudencia? No. Reivindicación de un derecho: caminar mientras le sea posible. Y ella sabe que en eso, yo la apoyo.
El comportamiento de los automovilistas fue correcto en general a pesar de que les ocupábamos su espacio: la calzada para los carros…

ÉCLIPSE SOLAR

Hoy, hay un eclipse total del sol. La luna se le va a poner por delante y no lo dejará iluminarnos como se debe. Tengo entendido de que será visible por la tarde, en América del Norte.

También se verá en Finisterre, al extremo oeste de Francia. Nosotros estamos al este, no creo que veamos nada.

El 20 de marzo de 2015 hubo un fenómeno similar, visible en nuestra región. No llegó a ser un eclipse total pero a pesar de ser un eclipse parcial fue bastante espectacular. Fue todo un acontecimiento.

Observatorio Astronómico de Besançon

Mi nieto acababa de cumplir 10 años y me preguntó si yo podía acompañar a su clase pues el maestro buscaba padres de familia que lo acompañaran para llevar al grupo al Observatorio Astronómico en el Campus universitario. Los padres que trabajan en general no tienen esa posibilidad pero las abuelas jubiladas o con algo de libertad sí lo pueden hacer.

El día 20 temprano me presenté en la escuela. Éramos un grupo de 8 acudientes voluntarios para asistir al maestro en aquella aventura. Me alegró ver que el maestro había preparado a sus alumnos con mucha seriedad. Las consignas de seguridad para proteger la vista eran insistentes y repetidas hasta la saciedad. No mirar al sol de frente que te quemas los ojos.

El observatorio no queda lejos de la escuela primaria del barrio. No era difícil ir a pie. Era una caminata de una media hora. Recuerdo que el eclipse debía estar en su apogeo hacia las 11 a.m. así que teníamos que estar en el sitio una buena hora antes. Es en este trayecto que los adultos voluntarios ayudábamos a garantizar la seguridad de los chicos. Cruzamos el Campus y llegamos al Observatorio repleto de gente de todas las edades, jóvenes estudiantes, adultos mayores, niños de primaria. Algunos había llevado sus propios telescopios, los astrónomos del observatorio habían instalado varios telescopios móviles en el inmenso jardín. Los telescopios permitían observar el movimiento de los astros de forma indirecta. No se miraba al sol sino que se miraba una imagen reflejada en una pantalla del telescopio.  Pero con tanta gente, para mirar en uno de esos telescopios la fila era larga así que para la tarea que debían hacer los niños no servía.

El maestro lo tenía todo previsto. Tenía gafas para todos. También les había enseñado a sus estudiantes ciertos trucos por si acaso faltaban gafas. Jamás se me hubiera ocurrido Algunos de los chicos habían llevado ustensilios de cocina como coladeras de esas que se usan para colar macarrones, cucharones de colar como los de mi abuela para las frituras… también máscaras de carton perforadas con un compás. Todo eso venía de la maleta pedagógica que el MEDUCA francés había facilitado a los maestros. Todos estuvieron listos a tiempo para su primera experiencia de observación astronómica en vivo y en directo.

La misión consistía en observar cada 15 minutos en qué posición se encontraba la luna con relación al sol y dibujar la imagen lo más fielmente posible. En grupitos de 3 observaban y dibujaban en su ficha los movimientos de los astros, indicando la hora exacta en que se había hecho la observación. Era como un juego y al mismo tiempo estaban haciendo algo con mucha seriedad.

A medida que la luna iba cubriendo el sol, el aire se iba haciendo más frío alrededor nuestro. Estábamos en primavera, con un día hermoso y de pronto sentimos que nos quitaban el calor del sol. No duró mucho esa sensación pero fue suficiente para imaginar lo que sería vivir sin el astro que nos da la vida.

Fue una mañana emocionante para los chicos. Aprendiendo y experimentando. Yo también aprendí muchas cosas y fue una pena que no me admitieran en la clase para seguir aprendiendo del sol y la luna, de planetas y de estrellas.

Espero que el eclipse total de ahora haya sido una experiencia extraordinaria para quienes tuvieron la posibilidad de verlo. Que haya sido una oportunidad educativa en mi Panamá que tanto necesita innovación en los aprendizajes. A nosotros nos quedan estas imágenes.

Las brujas rústicas

El problema de algunas brujas es que son tan rústicas que ni siquiera son capaces de darse cuenta de lo brujas que son. No voy a decir que no haya brujas hermosas como las imaginara el gran poeta José Agustín Goytisolo. También hay brujas inteligentes, astutas. Esas que te embrujan con su poder de seducción tanto por su belleza interior como exterior.

Pero también hay brujas rústicas – que a veces son hermosas – de esas que hacen daño y que disfrutan haciendo daño a otro con tal de sacar ellas un pinche beneficio. Así es la bruja de mi cuento. Un cuento que no es un cuento porque hubo que librar batalla para sacar a una criaturita inocente de sus garras.

Esta bruja rústica salió un día de allá ‘onde uno a buscar fortuna por el mundo, según cuentan los viejos que la conocían, era una chiquilla muy adelantadita en cosas de la carne. No sabemos cómo fue ni qué pasó pero en pocos años tuvo tres hijos con un muchacho que se dejó embrujar. Cosas que pasan. Nada grave. Hasta parecía muy positivo pues parecía estabilizarse en una relación. Pero era una bruja rústica. Era una bruja inestable. ¡Tres muchachos varones, eso es mucho! ¡Hay que cambiar de vida! Vio en la tele que por las Europas se vivía mejor. Algunas amigas o conocidas se habían ido de empleadas domésticas o en otras actividades «lucrativas» que les permitía enviar dineros – o no – a la familia quedada por allá por el pueblo. Bueno, es que también era muy adicta al Facebook y vio que allende era mejor. Al menos eso creyó.

— ¡Aquí no hay nada! – dijo la bruja rústica. Tengo que salir de este hueco a ganar dineros por el mundo.

Para las brujas rústicas el dinero es más importante que todo. Con eso se logra todo. Se compra todo.

img_1829.jpgAsí, un día, la bruja rústica, ya un poco ajadita por sus tres partos pero aún de buen ver – es que no era fea y aún le queda algo de esa hermosura – hizo sus maletas y se largó para España.

¿Con qué plata y qué dinero? Con cascarita de huevo.

Las brujas rústicas siempre encuentran pretextos para todo. Siempre tienen buenas razones y su generosidad es inmensa. ¿Emigrar de Panamá hacia Europa? – ¡Eso está lejos! – dijeron algunos, sin comprender. La Bruja rústica contestó que debía ganar dinero para ofrecer un mejor futuro a sus hijos. Y empleada doméstica en Europa tiene más caché que empleada doméstica en Panamá. Desde cierto punto de vista  no le faltaba razón.

– ¿Y tus hijos? – le dijo otro. – ¿Cómo puedes abandonarlos? El más chiquito tiene solo cinco años y el mayor está adolescente. Ellos te necesitan.

-Ahí está el papá. ¡Que él se encargue! – decretó la bruja y se montó en su avión porque era una bruja moderna sin escoba.

Pasaron los años, los chicos fueron creciendo como podían porque así es la naturaleza. Árboles sin la hortelana que les pusiera la estaca y los podara de vez en cuando. Un papá jardinero de niños que hacía lo que podía en cuanto a educación.

La bruja por las Europas se había casado y descasado dos o tres veces. No se sabe muy bien. Ahora estaba en Francia con su último casamiento. Un español embrujado que de vez en cuando se emputaba cuando las brujerías lo sacaban de quicio. A la bruja se le metió en la cabeza que Francia era la gran oportunidad para sus hijos. Y qué lindo sería que el segundo, aquél que había dejado de doce años y que prontito había abandonado la escuela, se viniera con su pareja – que estaba embarazada – a dar a luz a Francia. ¡Así la nieta sería francesa y eso les facilitaría la instalación en el país!  Llegar a ser ciudadano europeo, como ella, ahora. ¡Lo máximo! El chico era un Nini. Para él allá o acá daba igual. Pero esa nuera putativa tan malagradecida se negó. Su niña nacería en Panamá. Para ser más precisos, en aquella República de Chiriquí, orgullosa y altiva. ¿Esa muchacha que se creía? ¿Que la bruja iba a desistir en su proyecto de que sus hijos y su nieta fueran «europeos»?

– ¡Vas a ver lo que es bueno! – se dijo la bruja para sus adentros. – ¡Esa chiquilla no sabe quién soy yo!

Nació Elise, una niña hermosa y alegre como los panameños saben hacer. Pasaron los meses. Tres años pasaron y la pareja naufragaba. El padre de 22 años, aún en su adolescencia mental era el «NiNi» clásico que conocemos en Panamá y que en otros lados llaman de otra manera. El chico ni estudiaba, ni trabajaba. Vivía de sus «rentas». Lo que le enviara mamá europea y lo que le diera papá con quien vivía. La pareja se iba al traste. Malo para los proyectos de la Bruja de buenas intenciones. Elise ya tenía más de dos años y aún no la había visto más que en fotos.

Usó de todas sus artes de persuación – de manipulación. Las brujas saben ser suaves y persuasivas cuando quieren sobre todo con jóvenes sin experiencia de la vida. La mamá de Elise aún no había cumplido los 22 años – y logró convercerlos de que vinieran a visitarla a Francia, para conocer, visitar, que aprendieran francés que eso puede servir y si les gustaba, entonces hacer lo necesario para instalarse acá y tener la residencia y hasta la nacionalidad. Y que además, a lo mejor, las cosas se arreglaban con este viaje para la parejita que estaba a punto de colapsar. Aceptaron la oferta. La Bruja corría con todos los gastos. También el padre del NiNi participó, deseoso que estaba de mandarlo lejos.

Así llegó la parejita a Europa. La bruja había afilado sus garras.

-¡Esa linda nieta es para mí! Mi sueño… ¡Una niña mujer! Linda, sonriente…

Elise

Je ne comprends pas ce qui se passe. Où elle est maman ? Elle n’est plus là. La dernière fois, c’est mon oncle qui m’a attrapé et cette grand-mère que je ne connaissais pas avant qui m’ont mis dans la voiture. Elle a crié. Elle pleurait. Je ne elise2016-11-10-photo-00000032pouvais pas la consoler. Après, c’était terrible ! Je ne voulais pas entendre. Et maintenant, maman n’est plus là.  Où qu’elle est maman ? Elle est peut-être perdue ? Est-ce qu’elle est partie sans moi chez-nous, là bas, dans la belle maison de mamie Margarita ?

Je voudrais vraiment voir ma maman !  Comment va-t-elle faire pour nous retrouver ? Papa lui a peut-être dit que nous allions déménager ? Ça fait longtemps maintenant ! Elle m’a peut-être oubliée… Je veux maman mais je suis trop petite pour aller la chercher.

Pourtant, tout avait bien commencé. Nous allons faire un beau voyage, a dit maman. Nous allons rendre visite à la grand-mère Elisabeth en France. C’est loin mais c’est beau la France ! Papa était tout content. Tu penses ! Ça faisait très longtemps que sa maman a lui était partie loin, très loin et maintenant, elle nous invitait tous les trois à venir la rejoindre pour quelque temps. Peut-être que ce voyage ferait du bien à papa et maman qui se disputaient tout le temps. Peut-être qu’on pourrait tous toujours rester ensemble. J’étais quand même triste de quitter mamie Margarita. Mais on allait se promener. On allait prendre la voiture et après un avion. Il était grand, cet avion ! Et ça a duré longtemps sans pouvoir sortir. J’aime me promener en voiture et l’avion c’est bien aussi.

Et puis, j’ai eu un peu mal aux oreilles et enfin maman a dit : «Ça y est, mon bébé, on va sortir». J’étais très fatiguée. Je voulais mon lit chez nous ou chez mamie Margarita, dans ma jolie chambre.

La dame qui nous attendait voulait m’embrasser. Je ne l’avais jamais vue. On m’a dit que c’était la abuela Elisabeth.  Nous sommes allés chez-elle.

Un jour, il y a eu beaucoup de bruit. Les adultes parlaient très fort. La grand-mère Elisabeth et papa avaient bu. Pas maman. Elle est partie dans la chambre avec moi. Depuis rien n’allait plus. Maman a dit qu’elle voulait rentrer chez-nous. Moi, je veux rester avec maman.

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2 septembre. Que vais-je faire ? Me voilà à la rue sans ma fille. Je me suis défendue comme j’ai pu, j’ai frappé, j’ai crié, j’ai griffé… mais ils étaient trois contre moi seule. Ils ont pris Elise et je n’ai rien pu faire. J’irai me plaindre à la police – ai-je réussi à crier quand ils s’éloignaient en voiture.

Ne pas parler la langue du pays, quel handicap ! Je suis allée à la police, ils sont arrivés aussi, je pense qu’ils ont eu peur. Les policiers n’ont rien voulu savoir. Des étrangers qui ne parlent pas la langue… et puis quoi encore ! Le Panama ? Pff ! Si maintenant il faut s’occuper de gens qui viennent de pays qu’on ne sait même pas qu’ils existent ! Allez ouste ! Bon, d’accord ! La petite veut aller avec sa maman, elle reste avec sa maman aujourd’hui et demain son père revient la garder. Un jour l’un et un jour l’autre. Et attention ! Celui qui ne respecte pas cette décision il aura affaire à nous !

Le lendemain, il est revenu reprendre «son tour» de garde avec Élise. J’y ai cru. J’ai quitté l’appartement et me suis réfugiée chez des amies rencontrés lors de promenades au parc. Je ne saurai jamais assez remercier ces femmes, rencontrées par hasard au parc avec Elise. Des mexicaines de Belfort, avec des enfants jeunes comme mon Élise.

Quand je suis revenue, il n’y avait plus personne. Le propriétaire m’a dit que le bail avait été résilié. Je sais où ils sont ! Chez-elle ! Chez Elisabeth, à Croix. C’est un village perdu à la frontière suisse, je ne sais pas comment y aller par moi-même. J’y suis déjà allée mais toujours en voiture et c’est toujours Elisabeth qui conduisait. Aucun point de repère sauf google map.

3 septembre. Septembre noir.

Je retourne au Commissariat.

Rien à faire ! Ce n’est pas leur problème, ils ne peuvent rien faire, voilà, voilà… Non, rien !

Je suis seule. Je n’ai pas de ressources. J’appelle maman. Je raconte. Elle est effondrée. Elle a tellement essayé de me dissuader de faire ce voyage ! Elle savait.

– Bon, ma fille, tu tiens bon, je t’envoie de l’argent pour survivre, mais tu retrouves ta fille !

Pauvre maman ! Elle a toujours tout fait pour moi, sa poupée, sa fille unique ! Et moi, je perds ma fille à Belfort ! Une petite ville à l’autre bout du monde !

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Si tu voyais maman comme elle est jolie mon école ! Elle est petite et il faut aller en voiture ou en car parce que ce n’est pas dans le même village de grand-mère Elisabeth. C’est dans un autre village. Tu sais maman, je t’explique : dans l’école du village d’Élisabeth l’école est trop petite, alors il n’y a que les grands de 10 et 12 ans, dans d’autres villages, je ne plus comment, il y a les 5 -6 ans, les 7 – 9 ans et ici, c’est nous, les petits de 3 et 4 ans avec la maîtresse qui est vraiment gentille. Il y a aussi une autre dame qui nous aide quand on doit aller faire pipi mais aussi pour dessiner. J’apprends à parler avec les autres. J’apprends de nouveaux mots. Je dessine, j’écris, je joue avec les copains et les copines. Je suis contente à l’école! J’oublie que tu n’es pas là. Tu viendras peut-être me chercher aujourd’hui? Mes mots pour toi, je vais les oublier ? Je ne sais plus. Il faut que tu reviennes vite, maman ! J’aime bien l’école, elle est claire et la maîtresse est vraiment gentille mais la maison de grand-mère est triste sans toi. Quand je reviens de l’école je pense que je vais te trouver mais tu n’es toujours pas là.

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Perdue. Je ne comprends rien. Je suis allée partout. On m’a dit d’aller à la Préfecture. Ils ont pris une mesure d’interdiction de sortie du territoire pour le père de mon enfant, mais ça n’est que temporaire. Et maintenant comment je fais pour retrouver mon Elise ? Quelqu’un m’a dit d’aller dans un bureau, il était question de droit, de conseil… Une dame très aimable m’a donné des documents et j’ai compris que je devais aller à la police avec ça. J’y suis allée, j’y ai donné mes papiers, mais il ne s’est rien passé. Ce n’était pas ça qu’il fallait faire. Perdue. Perdue et sans ma fille.

Novembre arrive et j’en suis au même point. Tante Ana m’appelle depuis le Panama, elle est avec une dame qui habite en France depuis longtemps. Je suis tellement affolée que j’arrive à peine à mettre en ordre mes idées pour expliquer ce qui m’arrive et raconter les démarches infructueuses faites jusque là. Ça paraît une histoire de fous. J’espère ne pas devenir folle, moi!

D’accord, a-t-elle dit, nous allons reprendre les choses dans l’ordre. La première chose à faire est de porter plainte pour enlèvement d’enfant… Ça marchera ou ça ne marchera pas, mais il faut faire quelque chose… Ce sera sûrement long mais ça suffit de se cogner contre les murs dans une chambre noire et sans issue.

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Ils sont bien surpris. Ils ont cru que j’allais me laisser abattre, renoncer à ma fille… Les voilà bien étonnés d’être convoqués pour audition à la gendarmerie. Ordre du Procureur. Ma plainte a été reçue et accueillie favorablement. J’ai été appelée à raconter les faits et nous venons d’apprendre que lui aussi, a été entendu par les gendarmes. Il a dû être bien surpris. Il ne s’attendait pas à me voir encore. Il a cru que je serais faible, que je n’aurais personne sur qui compter. Il s’est lourdement trompé. On verra ce qu’on verra. Je ne partirai pas d’ici sans ma fille… Il a des droits, d’accord, mais moi aussi.

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On s’est couchés tard. Je ne voulais pas dormir ! Je n’aime pas dormir quand maman n’est pas là. Je suis fatiguée. Papa et grand-mère ont dit qu’il fallait y aller. Elle m’a mis ma belle robe de princesse et les petites chaussures de princesse. Je ne veux pas marcher dans la rue. Il fait trop froid et j’ai mal aux pieds.

Nous arrivons dans un lieu que je ne connais pas. Qu’est-ce que je vois ? C’est maman ! Elle img_5527est là ! Je veux descendre. Papa me pose à terre. Je cours vers maman. Elle me serre dans ses bras, tout contre elle. J’entends à nouveau sa voix qui me dit qu’elle m’aime. Je suis contente. Maman est là ! On entre dans un bureau avec des dames. Papa a l’air triste mais je suis contente de voir ma maman. Après, il m’a fait un bisou, il a dit au revoir et il est parti. Au revoir papa ! Nous, on est restées encore avec les dames.

On sort. Tiens ! Bizarre ! on va dans une voiture qui n’est pas celle de grand-mère Elisabeth. C’est une dame que je ne connais pas qui conduit. Il y a un siège pour moi mais pas comme dans la voiture de grand-mère. Mais maman est avec moi ! On rigole toutes les deux sans s’arrêter et la voiture file sur l’autoroute. L’auto s’arrête enfin. C’est une nouvelle maison. Un grand monsieur attend devant la porte. C’est peut-être Papa Noël, je trouve qu’il lui ressemble. Oui, je crois que c’est lui. C’est papa Noël. Dans son atelier il a plein de joujous… Et la dame de la voiture c’est Mamie Noël. Et je suis avec maman… Mais… où est-ce qu’ils sont les enfants ? Comment ?! Ils sont pas là ? Il faut aller les chercher ! On va au parc ?

Novembre

Ce matin, j’ai entendu pour la première fois depuis longtemps, un vol de perroquets. En fait c’est des petites perruches vertes qui migrent je ne sais où pendant la bonne saison plus au nord ou plus au sud et reviennent lorsque la saison sèche approche. Elles savent que la saison des fruits va démarrer de plus belle.

Je viens en vacances au Panama depuis plusieurs années en cette saison et je ne les avais pas vus depuis si longtemps que je pensais qu’ils ne revenaient plus. Le changement climatique, la pollution, la destruction de l’habitat – les paresseux en savent quelque chose – me faisaient penser qu’ils ne revenaient plus. Mais c’est moi qui n’était pas là au bon moment. Le revoilà, ici, si près de la grande ville, ce vol de perroquets qui annonce – encore et toujours – la fin de la période scolaire et l’approche des grandes vacances pour tous les écoliers d’ici. Autrefois, du temps de ma vie au Panama, l’arrivée de ces oiseaux migrateurs, par milliers, me remplissait de joie.

La chaleur est intense et l’humidité accablante mais je commence à sentir cette brise qui vient du nord et qui semble essuyer l’atmosphère. J’ai entendu ce vol d’oiseaux qui me mettaient en joie lorsque j’étais enfant. Depuis ce matin je les entend discuter dans les arbres. Ils ont toujours quelque chose à se dire. Leur bavardage dit que l’humidité s’en ira petit à petit que l’air du Groënland descendra vers nous. Rêvons un peu.

Durant deux jours il n’a pas plu. Aujourd’hui, le temps est à l’orage. C’est normal, nous sommes à peine en novembre et la saison sèche ne doit commencer qu’en janvier. Fin décembre au plus tôt. Pas besoin qu’elle s’avance de trop ni qu’elle se prolonge au delà du raisonnable. Il fait chaud. Surtout dans la cuisine de ma mère malgré les ventilos. J’ai l’impression d’être dans un sauna. Une piscine ! Mon royaume pour une piscine ! Mais je n’ai pas de royaume, sauf dans ma tête. Il ne pleuvra pas. Le défilé du 10 novembre aura lieu sans encombre.

La plage n’est pas loin. C’est le Pacifique, au bord de la Baie de Panama. La maison familiale se trouve à 100 mètres du bord de mer mais la végétation, les constructions autour ne permettent pas de l’apercevoir comme autrefois. Les clôtures et les murs de séparation entre les parcelles se sont multipliés depuis que ce n’est plus un petit village mais une sorte de banlieue de la ville. Les constructions aussi car les enfants et même les petits enfants ont construit leur maison sur la parcelle que les aïeux ont obtenue il y a quelques décennies.

Défilé du 3 novembre - Veracruz

Défilé du 3 novembre – Veracruz

Novembre, «mes de la patria». Mois de la Patrie. Nous sommes l’un des plus petits pays de la région mais nous avons un mois de fête nationale. Les enfants ont du mal de suivre et bien des adultes aussi. Nous célébrons la fête nationale du 3 au 28 novembre avec quelques jours travaillés durant le mois

Dans l’ordre chronologique il faut commencer par la date d’aujourd’hui 10 novembre car c’est le jour du premier cri d’indépendance au Panama en 1821. Selon la légende, dans une province reculée, une dame, prénommée Rufina, aurait lancé le mouvement d’indépendance par cette première manifestation de désir d’émancipation de l’Espagne. Le mouvement aboutit à la déclaration d’indépendance le 28 novembre 1821. Sans guerre, sans violence, profitant de la faiblesse de l’autorité et des armées du royaume, trop occupées à guerroyer ailleurs que sur l’Isthme, zone toujours assez pacifique.

sam_0084C’était le point culminant d’une crise politique en Espagne, déclenchée par l’invasion française conduite par Napoléon 1er, entre 1808 et 1814. Cette crise morale, politique et militaire a des conséquences directes sur la mainmise que l’Espagne avait sur tout son Empire en Amérique et l’autorité royale s’affaiblit ce qui favorise le déclenchement des insurrections menées par les criollos, descendants d’espagnols en Amérique, propriétaires de la terre et du commerce. Dès 1808, les colonies de l’Empire commencent à exprimer leur désir d’autonomie par rapport au pouvoir royal espagnol. Les conflits armés insurrectionnels se développent tout au long du continent hispano-américain jusqu’à la décennie de 1820 où la plupart des pays prennent leur autonomie. Le pouvoir espagnol pouvait difficilement mener une guerre d’indépendance sur son propre territoire contre les armées napoléoniennes et, en même temps, conserver la mainmise sur les territoires d’outre-mer. Parmi les derniers à déclarer leur indépendance se trouvent les pays d’Amérique Centrale dont le Panama en 1821. Cuba et Puerto Rico resteront dans le sillage espagnol jusqu’à la fin du siècle.

sam_0086Les panaméens, qui n’avaient pas connu comme d’autres les guerres sur leur territoire et ne se sentaient pas assez forts ni armés pour se défendre contre un possible retour des troupes espagnoles et ont profité de l’union promue par le Libertador Simon Bolivar, militairement forte, pour s’allier volontairement à la Grande Colombie, conformée déjà par les territoires libérés dans le sud par Bolivar. Les mésententes politiques surgissent rapidement et peu à peu, les autres territoires, correspondant à ceux du Vénézuela et de l’Equateur actuels, se séparent. Le Panama, qui comptait sur la force militaire de sam_0088ses alliés du sud a compris que la force des armées colombiennes n’avait pas que des avantages. Il était, de fait, un département colombien, le Département de l’Isthme. Département avec lequel, la capitale, Bogota, avait, les plus grandes difficultés de communication si bien que le bonheur de développement qu’espéraient les panaméens se réduisait à un oubli permanent de la part du gouvernement central. La Colombie ne comptait pas, cependant, perdre ce territoire si facilement.

Après plusieurs péripéties, l’intérêt porté par de grandes puissances comme les Etats-Unis et la France, encourage les panaméens, aidés par les Etats-Unis à se séparer de la Colombie. C’était en 1903, le 3 novembre. Cette date est célébrée avec beaucoup de ferveur dans les moindres recoins de la République car elle marque le début d’une vie républicaine et indépendante. Cela, malgré la prise en main d’une partie du territoire par un état étranger… mais c’est encore une autre histoire.sam_0104

Dans la nuit du 3 au 4 novembre, les dames patriotes ont fini de coudre, à la hâte, le drapeau. Ainsi, le 4 novembre est le jour des symboles de la patrie : le drapeau, l’hymne, les armes. C’est aussi célébré avec des défilés et des fanfares. Le 5 c’est la province de Colon au Nord qui a vu le départ des troupes colombiennes avec soulagement… Trois jours de célébrations…

Ainsi, les amis, si vous venez nous rendre visite en novembre, ne vous étonnez pas. Comme, officiellement, nous n’avons pas d’armée, nous multiplions les défilés militaires-dansants durant ces fêtes de la Patrie qui se déroulent tout au long du mois de novembre. Les panaméens ne ratent pas l’occasion pour faire la fête avec les amis et la famille. Et si vous êtes du genre grincheux comme moi – est-ce l’âge? – ne venez pas en novembre. Si vous êtes curieux et désireux de dépaysement, de fête, de bruit, – beaucoup de bruit – de musiques diverses, n’hésitez pas à venir partager la ferveur et la joie de ces fêtes de novembre.

Mi Panamá

Este año, por primera vez en muchos años, he venido en otro plan. No de paseo y familia. No de turismo y fiesta. Vine a vivir la experiencia de tantos panameños que día a día  viven la necesidad de tener que llegar a la hora a cualquier sitio, al trabajo, a la escuela, a la universidad… Viviendo por unas semanas lo mal que lo pasan todo el año, cualquiera que sea su modo de transporte, cualquiera que sea su profesión o estatus social.

En mi última visita en octubre del año pasado, vine con la intención de no añadir un carro más al colapso de esta ciudad. Aguanté dos semanas antes de alquilar un auto que al menos me daba algo de autonomía y cierto nivel de tranquilidad porque sé que no soy mala conductora. El servicio de transporte – fatal, en todos los sentidos de la palabra – acabó con mis buenos propósitos. Este año, ya llevo tres semanas viviendo la vida de terror de tantos panameños.

Aceras de mi ciudad. Avenida Manuel Espinosa B.

Aceras de mi ciudad. Avenida Manuel Espinosa B.

Camino todo lo que puedo en la Ciudad de Panamá y, como todo el que trabaja, camino siempre por los mismos lugares, mismo trayecto: de la estación del Carmen, hasta el Campus Universitario, desde la terminal hasta el Domo. Una vez cogí el MetroBus desde la terminal de transportes para ir al domo. De terror. Montaña rusa a toda máquina.  Desde entonces, voy a pie. No es que sea el paseo más agradable de la bolita del mundo amén, con las aceras estrechas y bombardeadas, el tráfico insensato de un lado, el monte que no cortan del otro, el sol, la lluvia, más el cargamento que siempre llevo para mis estudiantes, pero lo prefiero al sufrimiento de esos conductores de autobuses que no respetan a sus pasajeros ni a nada. Esa inmensa rotonda que toman para llegar de la terminal al domo, dando vueltas como en un juego mecánico, es un contrasentido imbécil pero creo que les divierte convertir el trayecto en montaña rusa.

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Cables, cables, cables…

Aún no he tenido la suerte de ver las mejoras que el Alcalde Blandón nos tiene prometidas. Sé que es obra de Romanos pero tengo la impresión de que los estudiantes de la Universidad de Panamá serán los últimos en beneficiarse de una ciudad accesible a todos, una ciudad amigable, caminable. No se ha previsto que un muchacho con alguna dificultad a desplazarse que sea en silla de ruedas o con muletas, pueda ir a esa universidad. Pienso mucho en eso mientras camino. El hotel Crowne Plaza tiene un gran espacio para recibir a sus clientes, a los transeúntes nos queda apenas donde poner un pie delante del otro, sobre todo si hay que cruzarse con otro. Y todos los postes con los cables guindando que hasta yo que solo mido un metro cincuenta tengo que esquivarlos. Mucha gente joven transita por ahí y no hay espacio.

Bus en marcha con toda la tembladera.

Bus en marcha con toda la tembladera.

Para suerte mía, mamá vive en Veracruz. Allí tenemos muchos recuerdos de infancia. En Veracruz hoy quedan algo así como tres o cuatro buses de esos antiguos, tipo Diablo Rojo. Una maravilla histórica; cada vez que puedo me monto en uno de esos. Motor de otro tiempo. Lo peor que nos puede pasar es que se quede en el camino. En algunas subidas, a veces da la impresion de que tendremos que bajarnos y empujar. Alguno, muy coqueto y bien arregladito por dentro, otros tienen los asientos destruídos. En comparación con piratas y corsarios con patente, van como tortuga. Pero ¡qué feliz me siento! Es como volver a la adolescencia. Estos van lento porque van lento y no echan carrera con nadie. De noche, se quedan en la piquera. No hay esperanza de conseguirlos después de las 6 p.m. Aún no entiendo por qué. Pero pocas veces me tocan. Sólo los sábados, con algo de suerte, cuando me voy muy temprano antes de las 7 de la mañana. Son los únicos que tienen derecho a entrar a Howard alias Ciudad Pacífico. Transportan a muchos trabajadores para quienes es la única forma de llegar a sus centros de trabajo en el sector. Numerosos son los que se bajan a la salida de Howard y se van, no sé hacia donde, por la Panamericana.

Esos buses, que me cuesta llamar «Diablos Rojos», son la única forma de cruzar la nueva quintafullsizerender frontera. La cerca que los gringos no nos habían puesto en sus tiempos, está allí ahora. Corriendo desde Veracruz hasta Playa Bonita y más allá. Prohibido el paso. Por el lado de la playa otra cerca apareció. Humedales en peligro.

Hasta ahora, solo los buses viejos, Diablos Rojos y un par de conductores de Coaster pasan la prueba. Todos los demás me hacen pensar que nunca volveré a ver a mis nietos. Por la noche solo hay busitos que van y vienen a toda velocidad cometiendo imprudencias para volver pronto y llenarse de pasajeros que no tienen otra alternativa… y volver a dispararse por esas carreteras.  Soy valiente pero no temeraria.

Jamás he visto un agente que los pare por exceso de velocidad. Tienen la suspensión hecha leña. Los pasajeros se agarran como pueden en las curvas que cogen a toda velocidad. ¿Hasta cuántos es el límite de muertos? ¿Hasta cuánto es el nivel de lo intolerable?

De piratas, corsarios, bucaneros y otros filibusteros

Cada vez que voy a Panamá me traigo lo que puedo de lo publicado por autores panameños. Así me traje, hace ya algún tiempo, una de las más recientes obras, en ese momento, de Juan David MorHonorbgan Entre el honor y la espada, la inédita historia del legendario Henri Morgan, su tocayo. Y me quedé con las ganas. Aquel conflicto que europeos y parte del Oriente Medio se libraban desde siglos con pretextos diversos se extendió hacia América con la conquista de ésta por España la Católica.

Así, investigando, descubrí que la mayoría de las historias de piratas encuentran su inspiración en una obra del siglo XVII escrita por un francés, pirata profesional si cabe, Alexandre Olivier Exquemelin, originario de la ciudad de Honfleur en el Atlántico, frente a Le Havre, en la desembocadura del río Sena.

La obra de Alexandre Olivier Exquemelin (alias Oexmelin), fue publicada en Amsterdam, por primera vez, según se tiene noticia, en el año de 1678. ¿Cómo me iba a imaginar yo que, fuera de algún ejemplar oscuro y lleno de polvo de alguna biblioteca de estudios históricos, me iba a encontrar un ejemplar reciente y que sigue siendo el «Best seller» de la literatura de aventuras que fue en su tiempo, traducido en no sé cuántos idiomas?

El relato de Exquemelin cuenta las aventuras y desventuras de los piratas, corsarios y filibusteros en el Nuevo Mundo y pPhoto du 03-03-16 à 15.29arece ser el punto de partida de la obra de Juan David Morgan puesto que el abogado John Greene tiene como misión rescatar la honra de su cliente, Henri Morgan, y condenar a los editores que han publicado un libro repleto de calumnias y que atenta contra honra de su cliente. Sir Henri, corre el riesgo, en los vaivenes de la política inglesa, de ser destituído de su cargo de gobernador y despojado de su título nobiliario de «Sir» si la Corte no le da satisfacción condenando a los editores y autor del libro incriminado.

¿Pero quiénes eran estos aventureros, piratas, corsarios, filibusteros, bucaneros del Caribe? Más de una vez me tocó sonreír al ver que la política y rivalidades entre países está a la base de toda una historia en que los hombres son instrumentos del poder Real, del poder político y/o religioso.

Me encantó leer la vida de nuestro odiado pirata Morgan según Juan David Morgan que nos lo pinta con colores pasteles. Me pregunté si no serían familia por algún lado aunque al parecer Henri Morgan murió sin descendencia. Más me cautivó la obra de Exquemelin que describe las campañas por el Caribe, las vicisitudes de piratas y corsarios, el saqueo de Panamá… con todos sus detalles. Son probablemente, las calumnias denunciadas por el abogado John Greene en la obra de Juan David Morgan.

Exquemelin, vivió las aventuras desde adentro. No se las contaron. Aprendiz cirujano tuvo que salir de Inglaterra por motivos políticos y religiosos. Comprado como esclavo y llevado a las islas del Caribe a vivir entre bucaneros, filibusteros, piratas y corsarios… y me voy enterando de que cada una de esas palabras tienen orígenes y significados diferentes. Eran los juega vivo de aquel tiempo. Así, de esclavo en en Caribe, entre bucaneros, pasa a pirata en la flota de Henri Morgan y más tarde, a autor de uno de los mayores éxitos de librería desde el siglo XVII a nuestros días.

Hoy, los piratas siguen aquí. Ya ni siquiera se tienen que arriesgar a cruzar la selva a través del Istmo. LLegan el avión y como en aquel tiempo, nada ni nadie les resiste. Aquí están sus cómplices que los reciben con los brazos abiertos. Se lo entregamos todos. Nuestros ríos y montes, nuestros pueblos y gentes, como en tiempos de encomienda, lo que fue la Zona del Canal que los muchachos de mi generación pelearon y murieron por recobrar ese territorio segregado. Vidas perdidas, vidas olvidadas. Vidas que no fueron. Otros disfrutan hoy de los frutos de aquellas luchas. Seguimos colonizados, saqueados. Con nuestro consentimiento.

Círculo de la pobreza y pensamiento mágico

Un día apareció Ángela por ahí.

Estaban acostumbrados a que de pronto apareciera algún familiar venido de cualquier parte, este u oeste de la República y al que había que dar albergue de una u otra manera, sin importar que ya fueran muchos y que no hubiera dónde. Cuando se cierran las puertas, de puertas pa’ dentro todo es cama, decían. Y donde comen dos, comen tres y claro, donde comen seis, también comen doce. Dios proveerá. No se le puede negar un bocado al necesitado. ¡Lo que Dios quiera será! ¡Amanecerá y veremos!

Cuando estaban en aquel cuarto 12 de la calle 25 de El Chorrillo, hasta en el balconcito donde Cata tenía el balde de lavar dormían los que ya no cabían dentro del cuarto. Si llovía se mojaban. Promiscuidad y pobreza.

Dentro de ese cuarto murió la bisabuela. Allí pasó meses – ¿o serían años? – postrada en una cama después de su derrame. Cata la atendió hasta el final, no era su abuela, ni su madre, pero los hijos, los nietos y nietas, «no podían» o «no tenían tiempo». Tiempos difíciles. Un hogar que no era un hogar sino una especie de albergue donde entraban y salían gentes que casi ni conocían pero que eran «de la familia».

Un día casi hubo prosperidad con la graduación de la mayor. Primera bachiller de la familia. Un sueldo más en casa. Se mudaron a Río Abajo. Más espacio. Un cuarto para los varones y otro para las mujeres. Una sala, una cocina y el baño compartido sólo con la tía Quinti que vivía al lado.

Y llegó Ángela. ¿22 años? ¿23, quizás? Ya nadie se acuerda. Hay que sacar cuentas. Y cinco hijos.

No era la primera vez que venía a la ciudad. La primera vez fue con Lorenza, su madre, por allá como por el 55. Era una hermana de Fefa. Lorenza vino con sus tres más pequeños, el mayor era Plácido de unos diez años, Ángela, de siete u ocho y el pequeño Eusebio de tres o cuatro años. Vino desde Garachiné a intentar curarse de un bocio terrible que ya le había ocupado la gargante al punto de casi no poder alimentarse. El bocio se hizo cáncer… dejando a sus tres menores totalmente desamparados. ¿Papá? No había. Se había volado con otra para Jaqué.

A los diez o doce años, un niño por allá ya no es un niño. Tiene que aprender a sobrevivir. A la muerte de su madre, Ángela se convirtió en «la mujer de la casa». La que tenía que buscarse la vida tanto para ella como para sus hermanos. Sobre todo el pequeño. Niños sin infancia.

En los 70 apareció por la ciudad, buscando a la familia, a las tías, con dos niños pequeños en brazos. Loren y Eder. Otros habían quedado desperdigados por allá. La familias de los padres se habían encargado. Las abuelas que lo resuelven todo…

Sin armas, sin capacitación, sin bagage, sin relaciones. Sin ninguna cultura del mundo laboral.

Llevaba muchos años a su aire. No aceptaba consejos ni recriminaciones. Cata quería educarla. Era demasiado tarde. Y un día se fue con sus dos chiquillos. Nadie podía impedirlo, era mayor de edad. ¡Pero cuánto dolió!

Meses después corrieron todos al Hospital del Niño. La Loren se moría. La Loren se murió. Niños comiendo tierra en el Curundú de entonces. Quedó el mayor.

Ángela tuvo dos niños más con otro que «la convenció». A los 32 años un cáncer del cuello del útero se la llevó definitivamente. Uno de sus hijos mayores, de 14 años llegó desde el Darién justo a tiempo para encontrarla moribunda. No volvió a Garachiné.

Esta vez, los huérfanos tuvieron un poquito más de suerte. A la tía abuela la llamaron abuela, a la prima mamá. Cata, se hizo mamá de todos. Se añadieron cuatro a los tres hijos que le quedaban por llevar aunque fuera hasta el bachillerato.  Cata y Fefa se zurraron, pero ya ésa es otra historia, todos se zurraron para rescatar lo que podía ser rescatado. Una brecha en el círculo de la pobreza, pequeñísima brecha… Aún queda mucho por hacer.

******

¿Por qué he querido hablar de Ángela hoy?

Me cuesta hablar de ella. Cuando la conocí la destesté. Pocas veces en mi vida he detestado a alguien pero a Ángela le tocó.

Para mí Ángela era una especie de monstruo, una extraterrestre, un alien sin educación. Hablaba como no acostumbrábamos a hacerlo en casa. Decía todo lo que le pasaba por la mente sin pensar si era hiriente, si ofendía y siendo apenas un par de años mayor que yo había empezado la paridera desde los 14 ó 15 años. Ningún pudor. Nada de auto estima. Era lo que había aprendido en el medio en que había crecido. El desprecio que me inspiraba era infinito.

Ángela era lo que yo no quería ser y por eso aún hoy me cuesta imaginar lo que fue su vida, la de su madre… En aquel tiempo yo juzgaba con los prejuicios de mi educación prejuiciosa. Ahora es diferente. Ángela, con ese nombre tan bonito, no tuvo suerte. Lo que me han dicho con mucho pudor y entre dientes deja entrever lo sórdido de las condiciones de vida de muchos de nuestros niños en Panamá. Eso aún no lo sé describir. Aún no puedo. La que podía contarlo mejor era Francisca pero ya hace tiempo que se fue y de ella me quedó muy poco.

Ahora que soy mayor, que tengo hijos y nietos, me he puesto a averiguar quién era Ángela y por qué era así. Ya no hay desprecio. Queda una pena infinita por esa niña que pudo ser como yo… con una madre trabajadora y exigente y un papá.  Nunca estuvimos totalmente solos de pequeños. Cuando mamá trabajaba de noche, papá venía a quedarse con nosotros y en el día cuando ambos trabajaban las vecinas Jacinta y Ruma eran como dos abuelas que no dejaban pasar nada. Sabíamos que si Ruma o Jacinta ponían una queja cuando mamá llegaba, la cosa iba en serio.

No teníamos televisión ni internet para pasar el tiempo. Jugábamos en el parque que estaba al lado. Al pie de la muralla de la Cárcel Modelo. No mucho tiempo. Yo era campeona saltando soga. A mi madre siempre le gustaron los libros y revistas. Había pocos pero leí de niña a García Márquez, Corín Tellado – ¡muy malo! -, Poe, Hemingway… lo que me cayera entre manos. Nunca faltaba un «Selecciones» en la casa. Paquines de Súper héroes y vaqueros… pocos que se leían y releían.

La casona aquélla, era como un pequeñísimo pueblo con su tribu. Parece que después las cosas cambiaron. Sobre todo después de la invasión. La casa se quemó, vino la droga, ¿o vino antes? salieron armas, aparecieron las pandillas… Todo empeoró con las malas políticas.

La historia de Ángela es la historia de su madre, es también si lo miramos bien, la historia de su tía, Josefa, la de Francisca es un misterio… Y de otras que quizás algún día pueda contar. Es un círculo que se repite de generación en generación. Algunos tienen la suerte o la fuerza para romper ese círculo un día. Con amor y responsabilidad. Y con algo de suerte. De esa suerte que uno se busca pues no cae del cielo… Con algo de ayuda y empatía. Otros se hunden en la miseria material, moral, espiritual e intelectual de generación en generación porque no tuvieron la alimentación correcta, tampoco amor y no saben cómo es ni con qué se come, porque el alcoholismo es el pan cotidiano. El peso de la miseria es demasiado grande, apenas si se sobrevive.

Cuando leí las motivaciones del proyecto de ley 61 quedé aterrada con las estadísticas. A los embarazos precoces se han añadido las enfermedades venéreas en la juventud que solo la ignorancia perpetúa. Me acordé de ellas. Me acordé de Ángela y también de la vecinita de abajo en la calle 25. La hija de Otilia.

¿Cómo se llamaba? No me acuerdo. Era un poco mayor que yo o quizás no. Pero no era una niña que jugara con nosotros. No recuerdo por qué. Hacía tiempo que no me acordaba de ella.

Un día sallió Otilia al patio, vociferando que le habían echado una brujería a su hija… Gran espectáculo. Según los gritos desesperados de la madre, la niña tenía un sapo en la barriga. ¡Brujería! ¿Quién se lo había diagnosticado? Fue el chiste del año en la casona. Unos meses después, se supo que la brujería del sapito se había transformado en un bebé bien bonito. Seguimos riendo. Sin piedad. Le tiramos la piedra a la niña y a nadie más.

Siempre sospechamos de que el autor de la «brujería» era uno de los vecinos que vivía con el hermano en el piso de arriba. El mismo que nosotros. Un Guarareño, que debía andar por los 24 ó 25 años y que acosaba a las muchachitas menores de edad. Eran fáciles de «levantar». Hubo varias en el barrio. Borracho y mujeriego. De los machos panameños «que se respetan» pero que no respetan a nadie. Bastante me tocó soportar y esquivar su acoso entre los 15  y los 18 años. Después nos mudamos y lo perdimos de vista pero durante algún tiempo siguió llamando a casa. Eso nadie lo denuncia. ¿Para qué?

No hace tanto, una sobrinita, con unos doce años en ese entonces, se tuvo que bajar del bus asustada porque un muchacho no paraba de acosarla y decirle cosas apretándose contra ella… Le pregunté que por qué no se había quejado, que al que debían bajar del bus era a él.

– No tía, de nada sirve. ¡Lo que hacen es que se burlan!

Una niña no es capaz de pararse firme aún con adultos que puedan ayudarla alrededor. Ella prefiere no hacer escándalo y no dar la nota en público. Así es que maleducan a los varones, tienen que ser machos y para eso tienen que demostrar que se pueden «levantar a las guiales» y se creen con derecho a acosarlas e irrespetarlas.

Por eso sigo sin entender a aquéllos que se oponen a leyes que intenten inscribir en nuestro código el derecho a la educación integral incluyendo lo que hay que saber, a tiempo, sobre la sexualidad. Para darle herramientas a las niñas. El conocimiento es poder. Para educar y dar conocimiento a los varones. Que aprendan que las mujeres no son objetos, ni muñecas de plástico.

La ley en debate y tan criticada por ciertos sectores, es la esperanza de un progreso a través de la educación para las futuras generaciones. No es la ley la que lo hará. Son los programas educativos y también las medidas preventivas de salud pública que por ley el Estado debe asumir.

Pienso sobre todo en las mujeres, porque ellas son la clave del progreso social, cuando ellas rompen el círculo de la pobreza, sus hijos salen adelante, se hacen hombres y mujeres de bien. Se hacen profesionales para servir a la sociedad. Hay que empezar ya. Es tarea de largo plazo. La Patria lo necesita.

 

El agua y la vida

Agua

La Mesa de San Martin, 2014.

La vida es como el agua clara que corre entre las manos y se escapa y una vez que pasó no vuelve. ¿No vuelve? A veces sí. Si tienes la capacidad de guardar en ti el tesoro de la infancia. La dicha de haber crecido en el paraíso de la inocencia. A pesar de haber entendido lo que lleva de imaginación y que la realidad es otra, siempre queda en el fondo ese rescoldo que te hace feliz con las cosas simples y nada más. La aptitud a la felicidad se adquiere en la infancia.

Quería aprender a nadar en crol, en serio. De niña lo había intentado mirando a los que parecían hacerlo pero sin ninguna técnica. De adulta, siempre lo he querido hacer pero tengo la clara conciencia de que no sé hacerlo. Hay una técnica que aprender. La idea es estirar el cuerpo. Fortalecer músculos, sin pretender más de lo que a estas alturas se pueda hacer. Estirar. No encogerse. Para ello me matriculé en una nueva piscina cerca de mi casa. No es que sea tan nueva, pero la han agrandado, mejorado y ahora reciben públicos diversos. Antes solo recibían personas con necesidades especiales. Todos tenemos necesidades especiales.

Me presenté el lunes para la primera lección. Una horita cada día, durante una semana.

Amo el agua pero nunca he sido muy aficionada a las piscinas. Ésta tiene algo muy particular. Está a una temperatura que me hizo sentirme en el trópico y volví a la infancia…

Veracruz

Playa del Tamarindo, 1964

¿Fue la temperatura del agua? Me acordé de mí,  aprendiendo a nadar en la playa de Veracruz, en el Tamarindo. Más allá, en la parte que era de los gringos, había letreros que decían, en inglés: prohibido nadar, tiburones. Ahora, allí es que está lo que la gente conoce como la playa de Veracruz.

Ya nadie se acuerda de cómo era este lado de la playa pegada al pueblo, al final del palmar. Porque había un palmar que cubría toda la orilla de la playa, lo que ahora llaman «Costa del Sol». Los que la conocieron ya casi todos están muertos. Los que allí vivimos nuestra infancia ahora somos abuelos y bisabuelos.

Me sorprendí contándole al maestro de natación, un chico que debe de tener la edad de mis hijos,  por qué en el manglar no me gustaba poner el pie en el fondo y cómo nadábamos entre los árboles, siempre seguros de que si nos cansábamos teníamos una rama al alcance de la mano para descansar y seguir. Nadábamos como perritos, pero éramos felices en el agua.

Allí podíamos nadar  y jugar sin peligro. Las olas del Pacífico se rompían allá afuera y entraban con suavidad entre los mangles en ondas sucesivas. En el fondo y alrededor nuestro, mucha vida. Pero como decía Fefa, ahí no entraba bicho grande y teníamos sombra. Abuela sabia. Años después, por los 80, creo, a un bruto se le ocurrió arrasar con el manglar. Para dejar la playa limpia. Eso era desarrollo. Un gran proyecto turístico debía realizarse en ese espacio de terreno. El palmar también desapareció. Era una playa hermosa de arena blanca. Ahora, por ese lado es solo piedra y… ¡mejor no sigo..! Hace unos meses, pregunté si no había un lava auto en Veracruz. Me sorprendió mucho que me dijeran «Sí, por ahí por el Palmar, hay uno». Aún se conservan los nombres.

El martes, el maestro me preguntó si me zambullía.

¡Ay, por Dios! ¿Cómo se le ocurre! Yo llevo más de cuarenta años que ni lo intento.

Bueno, entonces, ¿puede intentar saltar al agua?

¿Como los chiquillos?

La Mesa de San Martin, 2014

La Mesa de San Martin, 2014

Sí. Así mismo. Como los chiquillos.

Hum…

Para saltar había que ir al charco del Macho. No es que fuera tan grande, pero tenía profundidad, aún en verano. Se saltaba desde la orilla… o desde la piedra. Me acordé de Darío, mi hermanito trepándose a aquella piedra que yo veía tan alta. Era la primera vez. ¿Cuántos años tendría? Ocho, quizás nueve. Escaló la piedra. Vertical. Los otros chicos del pueblo lo hacían con destreza. Nosotros sólo íbamos de vacaciones. Yo estaba aterrada… ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si se caía? Yo era la mayor, yo era responsable. Si él tenía nueve, yo, once. ¡Vaya responsable! Cuando llegó a la cima de su roca y miró, le vi el susto en la cara. Si hubiera habido una escalera, de seguro se habría bajado por ella.  Pero no. La única manera de bajarse de allí era tirándose como los demás chiquillos. Había que asumir. Se tiró. El charco le recibió con alegría. Siempre hemos sabido asumir nuestras responsabilidades. No recuerdo que volviera a subir. Al menos, no aquel verano.

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Veracruz. Subiendo a Cabra, agosto de 1974.

Hace mucho tiempo que no he ido por ahí. La última vez que intenté una caminata para subir aquella loma no reconocí nada. Por la misma época en que destruyeron el manglar y el palmar, también destruyeron los hermosos árboles que protegían la corriente de agua. Ahora hay construcciones hasta por encima de lo que fue el cauce de la quebrada. ¿Qué queda del charco? Intentaré organizar una expedición con mis hermanos y el amigo Víctor que era nuestro guía en aquellos tiempos.

¿Saltar al agua? ¿A mis años? ¿Este pelao se querrá burlar de mí?

Pero las ganas intentarlo fueron mayores que mis escrúpulos y miedo al ridículo. Y salté. Y desde el miércoles me zambullí sin una sola quemada, penetrando nítidamente en el agua. ¡Sensación de adolescencia! Recordé la piscina del IJA… Donde no aprendí a nadar pues el profe estaba ocupado con los que sabían y eran del equipo de natación o del water polo. Con lo que sabía, ya me bastaba para no ahogarme. Vine a aprender el «pecho» hace unos 15 años, en sesiones que mi universidad organizaba para el personal.

El Doubs y afluente

El Doubs y afluente, 2016.

Hoy fue mi último día de entrenamiento «intensivo». También es el día de la Tierra. Ninguna piscina remplazará nunca el placer de nadar en agua viva y clara. Esa agua que estamos destruyendo, contaminando. Muchos no entienden aún la riqueza que eso representa. Solo cuando ya no nos quede, como en ciertas partes del mundo, un solo río donde nadar o chapotear, un solo mar no envenenado, entonces nos daremos cuenta de que hemos matado a la gallina que daba los huevos de oro de la felicidad.

El Crol, aún no lo domino por completo, pero las bases están. ¿Pecho y espalda? Sin problema. ¡Lista para las olimpiadas! Pero sobre todo, una hora de felicidad en el agua tibia que cada día me hizo revivir recuerdos que no sabía que estaban allí con sus raíces profundas en mí. Patria son tantas cosas bellas, dice nuestro poeta. Patria es, sobre todo, los recuerdos de infancia. Demos a nuestros hijos y nietos bonitos recuerdos y serán hombres y mujeres de bien.

Censurada

El palmar. 1955-56? (Censurada)