Mientras amanece

Todo está oscuro. El amanecer se hace esperar pero ya, los pocos gallos del vecindario lo anuncian al igual que los primeros autos de los trabajadores que van lejos o empiezan temprano. No soy madrugadora pero llegué anoche y el cerebro anda desconcertado que aún no sabe en qué horario vivir. Cree que son más de las doce y me ha tirado de la cama.

Se despertaron los gallos de los vecinos a mi derecha. Uno con voz ronca, un barítono fumador. El otro le contesta en la octava superior. Tenor, casi haute-contre.

Por la habitación se cuela la brisa de la madrugada. Fresca, agradable, de allá del cerro. Ya los primeros buses empezaron a dar la vuelta. Cambio de sitio. Me voy a la sala y pongo la laptop en el escritorio vacío de la PC familiar. Aquí hay menos brisa. El muro con que cercaron este lado de la casa impide la brisa. Ella se va recto unos diez metros más allá, directo a la terraza de mi hermano. Habrá que hacerle respiradero… Cuando se hizo, se pensó en la «seguridad» de la familia. Se hablaba de guerras entre pandillas en el pueblo.

Sí. A pesar de lo que ha crecido, sigue siendo un pueblo. Ya no hay pescadores… y agricultores, menos. La gente trabaja en la ciudad que está a un tiro de piedra pasando el puente de las Américas. Puente que ya debe de estar empezando a trancarse a la hora que es. Antes del amanecer.

Aún no clarea. Pasa un bus con sonido de avión despegando en el aeropuerto internacional de Tocumen PTY. Las dos matas de plátano duermen sin mover una hoja.

Ya el cielo está clareando. Estoy mirando hacia el norte, noroeste. El sol sale en la Bahía, por el Pacífico. Durante muchos años de mi infancia, tuve las nociones de geografía algo enredadas. ¿Cómo es que el sol sale por el este si en mi casa yo lo veo salir del mar? Y ese mar… ¡es el mar del Sur! Entonces, en mi casa, el sol sale por el Mar del Sur y se va por Cabra que debe de estar al norte, más que al oeste.

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Como siempre. La aurora no te da tiempo. Era de noche y de pronto fue de día. Como el crepúsculo. Hay que merecerlo. No distraerte en otra cosa. Mantener tus ojos y todos tus sentidos pendientes del momento en que pasamos de la total oscuridad a la claridad del día. Tenía que haberme subido al cerro para esperar la llegada de la luz. O irme a la playa. Cuando era pequeña, no había todas esas construcciones y casas alrededor. Se veía salir el astro en la bahía.

Los gallos a mi derecha no han cesado de celebrarlo. Los de la izquierda parece que se han vuelto a dormir. ¿Tendrá esto algún significado en política?

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