Primera salida. Primer no voy. Por el momento quiero vivir como panameña. No he alquilado un carro para no moverme en los tranques de Panamá y para no tener donde dejarlo cuando quiero bajarme de él en esta ciudad de locura. Siempre he aprendido de las ciudades caminando. Ni los tours en carro o vehículos de turismo, dan la visión que de ellas tienes caminando. Y ya no me sé mi ciudad. Todos dicen que es peligrosa y yo no la siento así. La siento como una ciudad donde hay gente que va a su trabajo y sus quehaceres. Que tienen que moverse por ella y no siempre en las mejores condiciones cualquiera que sea el medio. En mis visitas anteriores me fui con el sentimiento de haber perdido mucho tiempo metida en una lata refrigerada con ruedas y motor. Inmóvil en tranques por doquier. Quiero evitar esa frustración nuevamente.
Los taxis no parecen taxis. Paran, ¡cuando paran! y preguntan – ¿pa onde va? – A Exedra Books en Vía España – digo yo. – No. Yo voy pa’cá – dice indicando la dirección contraria… ¿Balboa? ¿Ancón? Él tiene su ruta, como los buses. Esto es sobre todo en las zonas donde el pueblo se mueve.
Ya Panamá tiene un alto índice de adultos mayores en su población. De esos que por necesidad quisieran, al salir de la Policlínica del Seguro Social, coger un taxi para evitarse las trampas de las calles del sector. Por suerte no es mi caso y a mi madre también le conviene una caminadita, bien acompañada por la Central. ¿Para qué sufrir? La libertad es el bien más preciado del hombre y… de la mujer. Algunos aún somos libres de caminar. Hasta cierto punto. El Metro Bus tiene paradas cerca. Bajar hasta la Avenida B y coger un Vía España, no me parece complicado. Lo complicado es montarse en el bus cuando los conductores no se arriman bien a la acera o que la acera sale de un bombardeo bosniaco. Sólo para gente joven y alerta. Optamos por caminar de calle 17 hasta la boca del Metro en Plaza 5 de mayo. No está lejos. Sólo hay que mirar donde pones los pies.
Llegando al andén, el tren ya iba de salida. Nos sentamos a esperar el siguiente. Tranquilas, sin ruido, sin sofoco, sin estrés. La espera fue corta. ¿3 minutos? ¿cinco minutos? Casi nada. Entrar al tren se hace naturalmente sin ningún esfuerzo para personas mayores, madres con hijos pequeños… La gente está tranquila y se comporta con mucha cortesía. Mi madre se sentó enseguida y luego una jovencita en uniforme me cedió su puesto. Efecto de las canas.
De la Plaza cinco de mayo a la salida de Vía Argentina, creo que ni diez minutos. Contando los pocos minutitos que esperamos mientras llegaba el tren. Salimos de aquel túnel fresco al cáos sofocante de la Vías España. Al menos aquí hay aceras y sólo tuvimos que cruzar en la esquina para llegar a Exedra Books. Mi objetivo. ¿Los taxis? Pueden seguir diciendo «¡No voy!». Yo me monto en el metro de todos los panameños. Realmente cómodo. Realmente rápido. Todo lo confiable que se puede esperar. ¿Hubo sobrecostos, negociados, corrupción en el manejo de las obras? Ya eso es harina de otro costal. Como usuaria, es el transporte que prefiero. Habrá que darle su justo valor.
Pasé un buen rato en la librería para darme cuenta que los escritores panameños no han publicado nada realmente nuevo con motivo del centenario del Canal. Quizás más adelante.
El Metro Bus que tomamos a la vuelta en la parada cercana a Exedra sufre de la pobre infraestructura de la ciudad, si ponemos de lado el drama logístico en ciertos sectores. Las aceras son un verdadero desastre con hoyos, irregularidades dejadas por obras que asfaltaron la calzada pero dejaron las aceras como después de un bombardeo. Para un adulto mayor, el esfuerzo de subir es mayúsculo por la distancia que hay entre la acera y el peldaño del autobús. Sin contar que muchas veces los conductores no se arriman a la acera debido a la zanja que queda entre la calzada y la acera haciendo difícil la subida y, sobre todo, la bajada bastante peligrosa.
Sigue siendo sorprendente ver circular buses chatarra que contribuyen a la contaminación visual, sonora y del aire de manera exagerada. Estoy convencida que en muchos casos, caminando a la sombra, llegas más rápido a tu lugar de destino que metida en un tranque contribuyendo al smog, a la degradación de la calidad de vida de todos.